En los últimos años África ha experimentado una oleada de nuevas inversiones, particularmente en la minería, el sector energético y la agricultura, y ha visto aumentar sus exportaciones de materias primas. Estos flujos constituyen un nuevo expolio y generan riqueza para los inversores extranjeros, algunos empresarios locales y una creciente clase consumidora. Los recursos se explotan por norma sin que mejoren los estándares de vida de la gente y con unos costes medioambientales considerables.
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