Editorial de la Revista Musical Ilustrada "Ritmo" (Madrid, 1929)
Los admirables inventos mecánicos relacionados con la música — incluyendo la radiotelefonía — , cuya misión debiera consistir en fomentar la cultural musical ennobleciendo nuestra sensibilidad, se están convirtiendo en el más refinado vehículo de incultura por la difusión de la música de más baja calidad — tan del gusto del vulgo de todas las clases sociales — , de cierta música tan en boga actualmente, que rezuma ordinariez y grosería, infestando el ambiente con torpes y vulgarísimas melodías, inaguantables para todo espíritu delicado.
Y lo deplorable es que semejante espectáculo se ha hecho crónico, particularmente en las estaciones de radiotelefonía, y no por culpa de sus directores, que desearían imprimir otra orientación más culta y más artística.
En cuanto a los bares y cafetines de que está inundado Madrid, ¿a qué decir? Transformados en inmundos burdeles, donde se refocila un público de la más baja estofa social, ¿qué cultura artística pueden fomentar? Y lo lamentable es que no sólo en estos deleznables medios públicos se fomenta la musiquilla a que venimos refiriéndonos, sino que en la mayor parte de las casas particulares — especialmente en las casas de los nuevos ricos — se hace lo propio.
Por si era poco la invasión de los ¡dichosos! tangos argentinos — escritos en Madrid por músicos ramplones — , ha hecho su aparición esa cosa absurda que llaman ópera flamenca...
¿Para cuándo esas Juntas o Comisiones municipales encargadas de velar por el cumplimiento de las leyes del buen gusto en los monumentos, las construcciones, la música, los jardines públicos, las muestras de los comercios y en tantos otros aspectos de la vida urbana contemporánea, por completo desatendidos?