Nos estamos equivocando como sociedad. Hemos optado por la radicalización extrema, por el extremismo radical. La polarización irracional impera en cada vez más ámbitos de nuestro entorno. Estamos imponiendo unos peligrosos límites que transgreden los propios límites preestablecidos. Cometemos la imperdonable torpeza de educar erróneamente sobre una educación originariamente errónea. Estamos desaprovechando la oportunidad que nos ofrecen las ventajas y las posibilidades de nuestro tiempo de materializar un cambio de rumbo, una evolución en la mentalidad y una modernización de los valores colectivos, por culpa de una mala concepción y de un enfoque distorsionado por las lentes del pragmatismo y la incultura. La ocasión de regeneración se ha tornado en degeneración.
Confundimos política con populismo, autoridad con despotismo, justicia con venganza, principios con orgullo, información con sensacionalismo, debate con discusión, admiración con fanatismo, humor con vejación, amor con pertenencia, religión con fundamentalismo, feminismo con guerra de sexos, educación con adoctrinamiento, legalidad con opresión, música con terrorismo, libertad de expresión con obligación de expresar, opinión con doctrina, anonimato con inmunidad, reivindicación con ofuscamiento, o crítica con escarnio.
Y mientras nos movemos inconscientemente por los márgenes desdibujados de los nuevos límites que hemos ido creando, desgastamos el vigor y el poderío de nuestro radicalismo útil, de nuestra férrea convicción, en cuestiones que requieren de una templanza, de una moderación, y de una capacidad de reflexión de la que carece quien se guía por la emotividad y la inmediatez de la autosatisfacción y el individualismo. Y mientras por un lado, ignorantes, nos dejamos embaucar por el populismo, la demagogia, o el postureo oportunista, y nos envalentonamos para la defensa de causas banales, absurdas, o inadecuadamente concebidas, por otro, anestesiamos nuestra conciencia social y nuestro afán reivindicativo. Malgastamos nuestra fuerza y nuestra pasión en la intolerancia a lo ajeno, a lo desconocido y a lo diferente, mientras, paralela y pasivamente, desarrollamos una tolerancia hacia lo intolerable.
Comentarios
En mi opinión lo que falta es más democracia: se queda corto votar cada cuatro años y ver que no evoluciona y no cambia nada. Las cosas en la vida real cada vez son más veloces y en la política queremos lo mismo.
Si el ciudadano sintiera que su voto sirve para algo no seria tan radical: mas referendums, ilp que se tengan en cuenta, mas participación...
"Malgastamos nuestra fuerza y nuestra pasión en la intolerancia a lo ajeno, a lo desconocido y a lo diferente, mientras, paralela y pasivamente, desarrollamos una tolerancia hacia lo intolerable."
Frases huecas, absurdas, biensonantes pero vacías como esta, son las que nos llevan a los demás al radicalismo.
-Malgastamos nuestra fuerza en la intolerancia a lo ajeno. O sea... Que debemos tolerar algo por ser ajeno? Nos hacemos yihadistas porque son ajenos? Qué clase de solplapollez new age ha escrito el autor? Intolerancia a lo ajeno... Pues algunas cosas habrá que tolerarlas y otras no, ¿verdad? Pero no: Malgastamos nuestra fuerza en la intolerancia a lo ajeno. Y tan ancho.
Luego añade lo desconocido y lo diferente, como si añadir más cosas arreglase el estropicio lógico inicial. ¿O algo debe ser aceptado por ser diferente? ¿O tenemos que ser tolerantes, porque sí, con lo desconocido?
Y es que entre tanto, desarrollamos tolerancia hacia lo intolerable.
Y claro, intolerable es lo que él diga. Lo que él juzgue. Lo que él determine. O los suyos.
Me suena a catecismo que espanta, a texto de alguien dogmático que cree que lss cosas son de un modo, los buenos lo aceptan y los malvados no aceptan esa verdad.
Y puedes creerme, #0 : no es nada personal. Ni te conozco, ni te voto negativo, peor me dio susto leer lo que escribías.
#1 Obviamente tampoco es nada personal, pero me alegra saber que tres adjetivos generan tanta animadversión. Significa que no voy muy desencaminado. Y por cierto, sí, hay cosas que son intolerables a todas luces. Lo contrario denota una preocupante carencia de humanidad. Gracias por la crítica.
#2 La policía empática
Saluuuuuuuud
#3 Es complicado hacerse entender cuando no hay voluntad de entender por la otra parte. Yo por el contrario sí que comprendo lo que quieres decir. Estoy de acuerdo por supuesto y es completamente lícito e inherente a la persona el sentimiento de rechazo o de aceptación con respecto a cualquier cosa. No pretendo ser ni mucho menos un talibán de la opinión. Sí que tengo unos determinados valores que evidentemente considero son correctos y sí que pienso que ciertas inclinaciones son inaceptables, pero eh, lo inaceptable para mí puede ser Jauja para otros. Chapeau. Eso sí, permíteme la licencia, al gilipollas, de llamar hijo de puta (cosa que no he hecho) a quien yo considere.
#4 Ahora sí nos entendemos...