Ha sido una constante en los sucesivos gobiernos españoles, pero se ha multiplicado en la última década. Hablo de inventarse planes de renovación y modernización de las cosas que no funcionan, y de que dichos planes carezcan de la financiación más básica y el apoyo material más elemental. Ello deriva en que lo que estaba mal, pase a estar mucho peor, todo para que el ministro de turno se haga una foto junto al flamante logo de su "plan de modernización" y la mande a Europa para fardar de sus logros, con la esperanza de que, desde tan lejos, la instituciones europeas no perciban que se ha limitado a tapar un vertedero con oro de bisutería, provocando que los efluvios tóxicos se queden bajo la capa de falso oro y empeorando aún más las condiciones de vida de sus habitantes.
El último ejemplo lo tenemos en Lexnet (el programa que usamos los abogados y procuradores para remitir demandas y otros escritos procesales, y recibir notificaciones de los juzgados). Llevo DOS HORAS para intentar enviar una demanda. Antes simplemente se tiraba horas sin funcionar, pero desde hace dos días tiene un nuevo fallo: parece que funciona, pero va con una lentitud nunca vista hasta ahora. Ello provoca que, a mitad de trámite (cuando ya has subido la demanda, has metido los datos y has empezado a cargar los anexos) se cuelgue y tengas que volver a empezar.
Mi calvario es más llevadero porque tengo un ordenador decente, pero aún así pierdo horas todos los días por el mal funcionamiento de lexnet. El verdadero problema lo tienen los funcionarios de Justicia. Sus equipos son paleolíticos, y tardan siglos en realizar cualquier acción incluso cuando lexnet funciona. Es DENIGRANTE que los profesionales tengamos que tirarnos las tardes enviando una y otra vez la misma demanda, y que los funcionarios deban tirarse trabajando hasta las tantas todos los días porque, debido a la lentitud de sus equipos y las constantes caídas de lexnet, tardan diez veces más que antes en ejecutar cualquier gestión. Todo ello aparte de los vergonzosos errores de seguridad del sistema, ya denunciados por la Agencia Española de Protección de Datos.
Y esto me recuerda a la implantación de Bolonia, en mis tiempos de estudiante. Nos decían que la enseñanza sería personalizada, con grupos de unos 20 alumnos y profesores que nos tutorizarían con el máximo empeño, preocupándose de que cada persona aprendiese y conociese la vertiente práctica de la asignatura. Cuando preguntábamos sobre la inversión que se haría en las universidades para conseguir ese objetivo, cambiaban de tema. Al final fue nula, y obviamente no pudo conseguirse que un profesorado que ya iba saturado con clases de cien alumnos, pudiese multiplicarse y atender clases de veinte. Los pocos puntos de la teoría boloñesa que intentaron llevarse a la realidad, fueron un desastre absoluto por la falta de personal. Eso sí, sirvió como excusa para subir las tasas y recortar las becas, aunque la calidad universitaria no mejoró.
Lo dicho, estoy harto de que los ministros instrumentalicen a los ciudadanos para ponerse medallas, y empeoren nuestras condiciones de vida y la calidad de los servicios públicos con planes que, de antemano, sabemos que no servirán para otra cosa que darles una bonita foto de cara a la galería a cambio de hundirnos todavía más en el caos y la precariedad. La asquerosa doctrina de sacrificar la realidad para guardar las apariencias, está más vigente que nunca. De nosotros depende dejar de ser juguetes en manos de sacapanzas sin escrúpulos.