Igual que la Iglesia ha sido durante muchas de las últimas décadas un pilar ideológico de la izquierda, empiezo a convencerme de que el feminismo se ha convertido en la punta de lanza de la ultraderecha. Y es que, amigos, los sentimientos negativos importan.
La gente normal detesta los privilegios de la Iglesia, su acumulación de riqueza inmobiliaria, su exención del IBI, el puñetero concordato, su silencio y complicidad en los abusos sexuales, y su empecinamiento en meter la religión en las escuelas. Pero la derecha sigue aferrada a la defensa de la Iglesia y eso es pura criptonita para la derecha. Saben que les perjudica, pero persisten, los muy zopencos.
A la izquierda le pasa lo mismo con este feminismo ventajista de nuevo cuño, pensado para obtener ventajas, cuotas, prebendas, chiringuitos y poder. Saben que cada vez que hay un conflicto en una pareja, resuelto con denuncias o amenazas de denuncia, pierden votantes. Saben que la dinámica del miedo que genera este grupo, les hace perder votantes. Saben que generar una división por género, en vez de por clase social, es reaccionario y beneficia a la derecha. Marx los colgaría de un pino, y los marxistas clásicos, aquellos que afirmaban que no podía haber guerra entre pueblos ni paz entre clases, se revuelven en sus tumbas ante esta nueva brecha entre los de abajo. Pero a los dirigentes de izquierda les da igual.
Y a los de derecha liberal, también, por supuesto. Porque cuando ha gobernado el PP no ha hecho ni el más mínimo amago de desmontar aberraciones como las cuotas o la ley de violencia de género. ¿Por qué iban a hacerlo si es puro veneno en el seno de la izquierda?
Conozco muy pocos casos, en realidad ninguno, de votantes de Vox que se hayan pasado a Sumar o a Podemos, pero sí conozco algunos de votantes de Podemos o de Sumar que se han pasado a Vox. Y todos tras pasar una noche en el calabozo por una denuncia que luego no fue a ninguna parte, salvo a dar tiempo a su pareja para desvalijar la cuenta y la casa comunes, o impedir las visitas a los hijos. Y también se pasaron a Vox sus madres y sus hermanas, por cierto.
Es un hecho: el feminismo de nuevo cuño puede fidelizar los votos existentes, pero es un riesgo permanente, y no atrae a votantes nuevos. La derecha más rancia, la que estaba encantada con ETA, lo está ahora con la inmigración y el feminismo. Viven de eso.
Al final, lo mismo que la Iglesia lleva votantes a las cuentas de Sumar, el feminismo los arrastra hacia VOX. Si preguntas a la gente joven por qué vota a semejante partido, te encuentras con que muchos odian a todo ese entramado de odiadoras que les quieren meter miedo. Y no creo que muchos nieguen el poder del voto negativo, del voto que se produce por rechazo al otro. De hecho, aquí se tragan carros y carretas a diario sólo para que no gobierne la derecha.
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