De la hambruna irlandesa a la crisis de la vivienda: una historia que se repite

Vivimos en una época de crisis global de la vivienda. En muchos países, la mayoría de la población no puede permitirse una casa, y aun así los precios no dejan de subir.

Hace casi dos siglos, durante la Gran Hambruna en Irlanda (1845-1852), la situación de los campesinos irlandeses era parecida, aunque la crisis no era de vivienda, sino de tierra cultivable.

Una de las principales causas fue el sistema de tenencia de la tierra. Gran parte de las fincas pertenecía a terratenientes ausentes —en su mayoría ingleses y escoceses— que residían fuera de Irlanda y dejaban la gestión en manos de intermediarios.

Estos intermediarios arrendaban las tierras a los campesinos por precios cada vez más altos. Para poder pagarlos, muchos agricultores se veían obligados a compartir o subarrendar pequeñas parcelas.

Con el tiempo, estas sucesivas subdivisiones redujeron el tamaño de las explotaciones, aumentaron la presión sobre el suelo y empujaron a la población a depender casi por completo del cultivo de la patata, lo que hizo que el impacto de la hambruna fuese mayor aún de lo que lo habría sido en otras condiciones.

Las razones del aumento de precios no radicaban en un mercado “altamente regulado”. Al contrario: el mercado apenas tenía regulación alguna. Los dueños podían echar a los inquilinos, aumentar los precios y endurecer las condiciones cuando y como quisieran, sin necesidad de explicación alguna.

Tampoco era posible “crear más terreno”, del mismo modo que hoy no se puede “construir más vivienda” en las zonas más afectadas por la crisis, porque ya están saturadas. El problema residía en el sistema de propiedad y acceso a la tierra, que impedía a quienes la cultivaban adquirirla, y a la vez facilitaba la especulación por parte de quienes se beneficiaban del propio sistema.

El verdadero problema era que cada intermediario y cada terrateniente ausente tenía todos los incentivos para extraer hasta el último valor generado por los campesinos. No porque fueran necesariamente malas personas, sino porque el sistema mismo promovía y premiaba ese comportamiento.

Más adelante, muchos campesinos irlandeses huyeron de la Gran Hambruna y, curiosamente, se encontraron en una situación muy parecida a la que hoy viven muchos refugiados procedentes de países africanos.

  • Se les acusaba de ser violentos e ignorantes.
  • Se les acusaba de no integrarse y de tener una cultura “incompatible”.
  • Se les acusaba de quitar el trabajo a los autóctonos.
  • Se les acusaba de robar o de agredir a las mujeres de los lugares a los que llegaban.
  • Se les acusaba de tener demasiados hijos.
  • Se les deshumanizaba, negándoles incluso la condición de personas.

En definitiva, la historia se repite. La pregunta es si, algún día, aprenderemos a evitar que vuelva a hacerlo.

Artículo inspirado en la visualización de este video del canal "Extra History": www.youtube.com/watch?v=gAnT21xGdSk