Moneda travesti

Cara:

Travestismo, alegría inmensa. Vestido de mujer y se pone a girar la rueda que sueña. Ejercicio de poder. Hay activa una región del cerebro que me da la vida, podría hablar de paz. Las pantallas, que graban, arrojan la imagen de un ser monstruosamente bello que parezco no ser yo. Lo sacaría de paseo, a comprar el pan, parezco no ser yo. Sueño un otro amable, sueño el amor de dos cuerpos compartiendo una alegría rosa. Soy un ser hiperconectivo, abrazo líneas de dualismo que doblo como cintas de Moebius y hago con ello pajaritas de papel que se ponen a jugar. Gira un molino, vive la fábrica. Ciudad esplendorosa, oh Grecia dorada. Acueductos árabes que desembocan en el ágora y es feliz la ciudad en su trabajo. Soy un licor en labios de comerciantes, una lengua extranjera, una cortesana, un bit viral. Soy una certeza que se desliza con elegancia en un cable de acero tenso. Soy el poder sin máscara, el amor amando. Soy un éxtasis de la existencia y resuena aquello de que los travestis* sufren, qué dolor tendrán en la indecisión, y dialogo con ello, dolor ninguno, sé quién soy, esta alegría ralla al diamante. Como una orgía de neuronas siento rayos que se lanzan a tocar superficies del mundo. Sexo múltiple y libre. Comercio de telas, lupanares, neones, fosforescencia y fuentes. Libertad.

Cruz:

Me he corrido e inmediatamente como si alguien abriera la puerta de un frío siento una fragilidad doliente, toda la armonía de este molino se derrumba como baraja de naipes, se rompen los composibles. Me desvisto con prisa, no queda alegría en seguir con traje de guerra, podrían partirme la cara, quitarme la paz de andar disfrazado de hombre. Vuelvo a un rincón de mis muchas maneras de ser, pequeño, mezquino, no queda nadie. De manga corta a un jersey; tiemblo ante el sol, disfrazado de niño de pelo corto. Ahora sí dudo, don Antonio*, se sufre, ¿dónde mi sitio? ¿es comodidad, cobardía o inteligencia guardar esta ropa putona a que nadie la vea? Si existe dios comulgo con él cuando me visto de mujer, quiero decir, siento el alma y una dicha. Y ahora, hay una niña temblando en mi pecho, temblando su miedo a vestirse con un poder, a ser poderosa, y elige la ropa de monja, el gris-camuflaje, el camino triste de no jugarse el tipo. Me asusta el narcisismo de los travestis, podría ser un mal necesario como atravesar una masa de zarzas, me asusta quedarme jugando aquí como adolescente, me asusta perder este estado neutro de pasar desapercibido, me asusta perder las mujeres. ¿Soy un ladrón? ¿Cómo las miro?¿Cómo amar vestido de hombre? como amo, como se pueda. ¿Si me vistiera de mujer, tendría vuelta, me podrían ver como algo excitante, pasaría a ser un poco más uno de su grupo? Cervicales de burro al que le pesa el mundo, cifosis del ser, inventarse una vida que no es de uno, disfrazarse de algo menor, conformarse con potencias del ser pequeñas, falsos cristianos, maneras tristes de leer la religión.

Canto:

Convivo con un amor a la puta, a la palabra puta, a la puta que soy, las que somos y las que podemos ser, a un disfraz que se dice de puta, a un corazón amando que se dice de puta, a un estado humano, una condición de alegría y amor, en que una se siente puta y sonríe. Puta como lo que está por encima del quicio de la puerta, por encima de la norma. Puta como lo que se pide no ser a la otra porque atenta contra nuestra bajeza. Puta como la vida atentando contra el decoro.

Y puta que ejerce, que no puede gritar que ejerce, puta que huye, puta en silencio, puta a escondidas, puta tabú, puta señalada, puta que ama, puta que ama y antes que puta es amor, amor al margen de ser puta y el vagón de la palabra sigue como fantasma el raíl de la lengua: la crucifixión de la puta, cristo es la puta, la puta es amor, el amor es de putas…

Entonces vuelvo a lo que llamo mi vida metiendo estas telas en un cajón, esta moneda de cuento de lechera en una hucha. Marcho con la mosca detrás de la oreja sabiendo que aquel camino es más sincero porque cada vez que lo despliego brilla el sol. Marcho con dudas razonables, volveré a sentir el éxtasis y la certeza al disfrazarme de puta, sentiré placer al percibir esa ola de mujer como eterna, y volveré a este cuerpo con cierta tristeza llevable de toparse con el espejismo de un oasis. Y lo siento como ridículo, el vestirme así, ridículo de hombre o de mujer, belleza de hombre o de mujer, según la ropa que lleve y desde dónde me siente a mirar. Y dudo, y en la duda sufro. Vivo cuando tiembla la tierra como mujer y también he vivido como hombre. Son los hombros que se bajan, es una alegría inmensa en un cajón que no sé cómo tomar para componerme con ella en el mar de la vida. Es una alegría triste, pues no sé manejarla y parece que tuviera todas las respuestas pero esto es ridículo, y la aparto y vuelve, siempre alegre cuando se despliega, hombros caídos cuando se va. Sin oficio, parece que aquello guardara mi lugar en el mundo, pero no puede ser, cómo sería. Volver a la prisa de encontrar un lugar en el mundo, aunque allí hay algo, amor. El travestismo es un afuera que me atraviesa, duele y alza, se aprende y se olvida, promete y se va, es un afuera que lleva a Roma y me deja mirando mi ombligo cuando se va. El travestismo es una amante eterna, dolorosa y fiel, reflexiva superficie cristalina, líquida y metálica.

*uso travestis como palabra más genérica donde entran también los transexuales

*”don Antonio,” alude a un responder a una charla de Escohotado con Valerie Tasso