Acabo de leer un artículo de un canario pidiéndonos que no frivolicemos con la situación de los inmigrantes en sus islas, y que no nos detengamos a discutir el modo en que les llamamos, sino a buscar soluciones. Lo enlazaría si supiera.
Sí puedo poner el enlace, directamente, del strike que me han puesto por decir que yo no dispararía contra nadie.
O el administrador leyó lo contrario de lo que dije, o simplemente es un tema del que no se puede hablar. Y eso es lo que debería entender @guanarteme, autor del artículo.
No os van a hacer caso, porque no se puede hablar del tema. Si no pueden hacer invisible el problema os van a hacer invisibles a vosotros.
La cuestión migratoria es central para las economías capitalistas. Un tema cardinal que no van a permitir que se debata, porque hay más dinero en juego en eso que en la subida del salario mínimo y el recorte de las pensiones, juntos.
Ya os dije que estudié derecho y no acabé. Por algo sería, vagancia aparte. Sin embargo, siempre queda algo, y a mí me quedó la desconfianza penal del “qui prodest”, que es lo que se pregunta un investigador cuando ha habido un crimen: ¿quién sale ganando?
Que las grandes corporaciones se hayan vuelto solidarias y humanitarias, a mí me genera desconfianza. Que los grandes portales de internet se hayan coaligado para considerar racismo cualquier oposición a estos movimientos migratorios, me genera desconfianza. Que los más ricos estén encantados y nos pidan paciencia desde sus lujosas y amuralladas urbanizaciones, me genera mucha, muchísima desconfianza. Y cuando se llama poco menos que fascista a Julio Anguita por entrevistas como esta, entonces se me rompe la aguja del detector de desconfianza.
cordopolis.eldiario.es/n-b/julio-anguita-desastre-nadie-preocupe-espan
Yo tengo que repetir lo que dijo el Califa: “en España, con la inmigración, hay mucha hipocresía”. Y si a la hipocresía se le añade el silencio impuesto, dejaremos que el problema se enquiste, crezca, se inflame y se convierta en un tumor.
No, amigos Canarios: no da igual cómo se les llame. Ese es todo el debate que se permite. No podemos llamarles como queramos. No podemos llamarles en realidad de ningún modo. Los van a traer, a cualquier precio. O Los van a invitar a venir. O no van a impedirlo. Da igual si estamos a favor o en contra. Da igual si nos beneficia y nos enriquece, o si destruye nuestra convivencia, o si nos pagan las pensiones, o si nos revientan el culo. Da igual. Los necesitan. Los que cortan el bacalao no pueden vivir sin ellos y no van a renunciar a ellos.
Comprar un país y sojuzgarlo es bien barato. Ahí tenéis el caso de Macron. ¿quién era? ¿de dónde lo sacaron? ¿Cuánto les costó hacerlo Presidente de Francia? Un ejecutivo de la banca Rotschild, salido de la nada, ¿no? Ya ni siquiera lo ocultan.
Echadle imaginación y pensad qué puede conseguir, en España, alguien dispuesto a gastarse 300 millones de euros, bien repartidos entre los medios de comunicación. ¿Sabéis como están las cuentas de los periódicos? ¿Qué no escribirían en una campaña electoral por, supongamos, 15 millones?
Pues lo sabeis como yo: hay gente que tiene 300 millones, y 500 y 1000 para gastar en hacer que un país se amolde a sus deseos.
Las privatizaciones y las fronteras abiertas son dos caras de la misma moneda. Una de las de Judas. Por eso, queridos Canarios, no podemos llamarles como queramos. No nos van a dejar.