Uno enciende la tele y ve a esos políticos “debatiendo” en el congreso o los ve en televisión en esos debates que se han puesto tan de moda últimamente antes de las elecciones, ¿y qué ve uno? Básicamente un combate de boxeo dialéctico, donde lo que importa es intentar destruir al contrario, someterle, dejarle en ridículo. Para conseguir esto, cualquier cosa vale: ataques personales, falacias ad hominem, decirle lo malo que es por pertenecer al bando contrario… Lo más importante no es llegar a aclararse con los otros, o aportar información clara, precisa y contrastable, o hacer autocrítica, o intentar adoptar la visión del otro…, sino defender unas ideas, defender al grupo. Nada más. Claro queda que el que toma la palabra es el bueno de la película y los otros, especialmente los del bando opuesto, son los malos malísimos. El que está escuchando a la persona que está hablando desde el atril mirándole con el ceño fruncido, ese mismo, en realidad no lo está escuchando, simplemente lo oye, y en su cabeza ya está preparado memorizando su próxima intervención para hacer con el del atril, lo mismo que este está haciendo con él: mirarle muy fijamente con cara de pocos amigos, decirle lo malo y lo inútil que es y soltarle un sermón moralista. Después, todos los de su bancada aplaudirán a rabiar, mientras los de la bancada contraria se mirarán entre ellos pensando: “menudo imbécil”. Y así todos los días.
Si no le dijesen a uno que son políticos, y si no fuesen con traje y corbata, perfectamente podrían pasar por tertulianos de cualquier programa de cotilleo. Pero son políticos, y deben ser muy buenos porque de no ser así no estarían ahí. ¿O es que ahí llega cualquiera con un poco de jeta y de pico? Quién sabe… O quizás esto sea como el Pressing Catch y en realidad esté todo amañado, no sea más que un paripé, y cuando terminan salen todos juntos a tomarse unas cervezas por ahí tan amigos.
Decía Marx que la religión es el opio del pueblo. Quizás ya sea hora de decir que la política es el nuevo opio del pueblo, o quizás mejor la cocaína, porque levanta demasiadas pasiones y crea demasiados enfrentamientos entre la gente. O quizás entre los políticos lo que se lleva es la droga caníbal, pues están dispuestos a comerse los unos a los otros. Cómo necesitarían a un Cantinflas que les dijese lo siguiente:
Comentarios
Bueno, en el congreso, dialéctico poco.
Más bien practican la antidialéctica, la banalidad, el barriobajerismo, la soflamería, la altanería, el desprecio deleznable y en muchos momentos la soberbia injustificada.
Vamos, gentuza de mierda.