¿Es razonable forzar a "niñes" de 13-15 años a ducharse juntos? Sobre el udaleku de Bernedo (Álava)

Esta mañana, leyendo el twitter de Barbijaputa, encontré el siguiente artículo que, debido a su rápida viralizacion, ahora mismo no es accesible al haber petado el servidor que lo alojaba, y que por tal causa paso a copiaros aquí para, seguidamente, plantear algunas reflexiones personales:

LA PESADILLA DE UN CAMPAMENTO DE VERANO (Fuente elcomun.es/2025/09/05/la-pesadilla-de-un-campamento-de-verano/ ):

Creo que casi todos estaréis de acuerdo conmigo en tener un buen recuerdo de las colonias, campamentos de verano o udalekus, como los llamamos en Euskadi. Dos semanas en un entorno nuevo, conociendo nuevos amigos, soltándonos por primera vez de la mano de nuestros padres y viviendo aventuras de las que hablaríamos el resto del año. Y es por esa razón que animamos a nuestras hijas e hijos a ir, y les apuntamos con toda la ilusión.

Con toda la ilusión y una punzada de miedo en el estómago, los dejamos en manos de desconocidos durante muchos días, pero también recordamos que hay instituciones detrás, la experiencia de muchos años, y las nuestras propias que fueron buenas. Y normalmente sale bien y nuestros hijos disfrutan.

Pero este verano algo ha ido terriblemente mal en el udaleku de Bernedo (Álava) del 8 al 23 de agosto. Hace una semana se puso en contacto conmigo la madre de una niña que estuvo allí, a la que llamaré aquí Ane. Era el turno de los menores de 13 a 15 años, y lo que empezó a contarle su hija de 15 años según se bajó del autobús el 23 de agosto hizo que se pusiera inmediatamente en acción para denunciarlo, y nosotras estamos aquí para darle voz.

Unas 80 niñas y niños, divididos en dos habitaciones grupales y dos baños grandes con duchas abiertas. No solo las habitaciones eran mixtas, también lo eran los baños y por ende, las duchas. Les obligaban a ducharse en grupos mixtos y desnudos, palabras textuales “porque podía haber alguna persona trans que se sintiera categorizade”. No valieron de nada las protestas de muchas niñas y también algunos niños ni las peticiones de ducharse en bañador (antihigiénico). Les dijeron que “bastante tenían con que los váteres tuvieran puerta”. Tampoco les dejaban ducharse en los vestuarios de las piscinas del pueblo cuando iban allí, que según las niñas eran los únicos momentos en los que podían ir al baño tranquilas. Los espejos estaban inutilizados, habían pintado encima porque les tenía que dar igual el aspecto que tuvieran, y en uno de ellos había pintada una mujer abierta de piernas con el texto “On Egin”, “que aproveche”.

Pero eso no es todo. En ningún momento les dejaron contactar con sus padres. La hija de Ane tuvo unos mareos y ni los monitores contactaron con Ane ni la llevaron a una revisión médica. Como tampoco lo hicieron con otra niña que se hizo un esguince. Y para rematar, una niña sufrió acoso sexual por parte otro niño y nadie hizo absolutamente nada, salvo obligarla a ducharse desnuda con él.

Por supuesto, tanto Ane como otras madres y padres se han puesto en contacto con los responsables, y a continuación copio, con su permiso, extractos de las respuestas que han recibido:

“Para poder entender el funcionamiento del campamento es importante tener el conocimiento de cómo son las instalaciones: disponemos de dos habitaciones grandes y dos baños grandes con 6 duchas no individuales. Para facilitar el funcionamiento del campamento nos organizamos en los llamados grupos naturales. Estos grupos se mantienen durante todo el campamento para que les jóvenes tengan sus monitores de referencia para hacer cualquier tipo de actividad, entre ellas las duchas. En las habitaciones también duermen por grupos y sin separar por sexo o género como se hace en la gran mayoría de los campamentos.

No creemos en la división por géneros, ya que creemos en una educación feminista e igualitaria y esta división deja fuera a varios cuerpos e identidades. Es por ello que en las duchas y en las habitaciones aplicamos la misma filosofía. Entendemos que esta propuesta pueda generar incomodidad entre les jóvenes y es por eso que nunca les obligamos a desnudarse. Es verdad que se les propone quitarse los bañadores una vez entran a la ducha, como medida para garantizar una mayor higiene.”

Respecto al caso de acoso sexual, la respuesta ha sido la siguiente:

“Sentimos profundamente lo ocurrido en los udalekus y todo el dolor que esto ha causado. Estamos realmente preocupades y dispuestes a hablar en torno a lo sucedido y nuestras maneras de gestionar las diferentes situaciones. En todo caso, debemos recalcar que somos un grupo grande de gente voluntaria que funciona de manera asamblearia y, por lo tanto, necesitamos tiempo para poder tomar decisiones consensuadas y contrastadas.

Queremos hacerte saber que en el momento en el que recibimos tu mensaje activamos el protocolo del que disponemos contra las agresiones.”

Desde El Común hemos intentado contactar con los responsables de este campamento para informarles de que íbamos a publicar lo sucedido y que nos pudieran dar su versión. Nadie ha contestado a nuestras llamadas y nuestro correo electrónico tampoco ha recibido respuesta.

Una vez expuestos los hechos, permitidme que os diga que yo también estoy indignada. Y desde aquí interpelo a las tres diputaciones vascas, las responsables últimas de estos udalekus, a que asuman responsabilidades y tomen cartas en el asunto para que no vuelva a suceder. Es que ni haciéndolo a propósito se encuentra un grupo de monitores (qué bien que ahí tienen la letra “e” incorporada) tan irresponsables, inútiles y dañinos. Han obligado a 80 niñas y niños (no olvidemos, de una generación mediatizada ya a su edad por la pornografía), a ducharse juntos y desnudos en una etapa de cambios en el cuerpo, primeras menstruaciones, etc., todo en aras de supuestas incomodidades trans que ni estaban ni se les esperaba. No han visto un caso de acoso sexual delante de sus narices y dicen que activan el protocolo ¡dos semanas después!. Han dejado desatendidos problemas médicos y les han tenido aislados de sus padres.

Ignoro qué formación se les da a estes persones voluntaries, pero parece evidente que es totalmente insuficiente. Hablar con la “e” y creer que el feminismo y el progreso es obligar a niñas y niños a ducharse juntos y desnudos mientras les hablan de cuerpos equivocados no les capacita sino todo lo contrario.

Y por culpa de estes modernes inútiles, hay un montón de niños que han pasado unos días para olvidar, en lugar de haber disfrutado libremente, que era lo que les correspondía.

Y ahora unas cuantas reflexiones para que debatamos. Cuando el pensamiento dogmático sustituye al análisis racional de la realidad, nacen los monstruos y las situaciones abyectas. Cualquier persona con los pies en la tierra sabe que los adolescentes tienen las hormonas por las nubes. A los 13 años, es difícil evitar comerte con los ojos a tus compañeros/as más atractivos, y mucho más difícil resulta no pajearte pensando en ellos/as. A los 15 años no pocos chavales ya han perdido la virginidad. Y, precisamente por ello, muchos/as perciben como una experiencia absolutamente traumática que les obliguen a desnudarse (pues les forzaban a quitarse el bañador durante la ducha) junto al zanguango/a que se pasa el día mirándoles el culo con la lengua fuera. Traumática y vulneradora de sus DERECHOS HUMANOS, entre los cuales está la libertad e indemnidad sexual que, como es obvio, abarca el derecho a mantener un ámbito de intimidad tan elemental como el de proteger tu desnudez de los ojos de aquellos con quienes no deseas compartirla por pudor y por conciencia de que despertará deseos y situaciones violentas, denigrantes y dolorosas para ti.

Si esto se hiciese con adultos (por ejemplo obligar a empleados y empleadas a ducharse juntos en aquellas empresas donde es preciso durante la jornada laboral), todo el mundo pondría el grito en el cielo y los tribunales empapelarían al responsable. Pero es que hacerlo con adolescentes es aun peor. Porque están más salidos y, a la vez, poseen menos madurez y autocontrol que cualquier adulto, lo cual dispara las situaciones de peligro. Obligar a 100 críos a someterse a semejante despropósito obviando el ataque contra su dignidad y el riesgo de abusos sexuales que implica (de hecho, una chica los denunció), es una locura. Incluso si hubiese alguna persona trans entre ellos (que por lo visto ni siquiera es seguro que la hubiese, pues las duchas colectivas y obligatorias eran la política de la casa). Si hubiere algún campista trans y ello quedase debidamente acreditado, veo razonable que, si se define como mujer, se le permitiese usar los baños de las chicas (respetándose el derecho de aquellas que así lo solicitasen de ducharse en un horario diferente). Pero forzar a todos los campistas, heterosexuales en su inmensa mayoría y con las hormonas desatadas, a compartir duchas, constituye un ataque contra sus derechos humanos y su dignidad personal que solamente desde el fanatismo más irracional y alejado de la realidad puede justificarse. Avanzar en derechos es bueno, pero siempre que no se pisoteen con ello derechos universales que desde el siglo XVIII parecían estar claros.