Su gran error fue elegir esa especialidad.
Hace tiempo que lo sabe. Tantos años, que ya ni siquiera recuerda por qué tomó esa decisión. Y, ahora, simplemente se deja llevar.
―Me ha salido una mancha en el escroto ―le dice un paciente.
―Ajá... ―dice él, sin que se le escape una mueca.
―Es una mancha roja bastante grande ―insiste.
―Esas cosas pueden pasar ―contesta él, sin inmutarse. En un tono tan apático que parece que no ha dicho nada.
Porque, ahora, él siempre habla así. Y se comporta siempre con esa apatía y languidez. Como si la vida fuera un mero trámite. Y eso que, de joven, fue una persona muy activa. Tenía otro espíritu, otra vitalidad. Aún conservaba intactas todas sus ilusiones. Pero de eso ya hace muchos años.
―La verdad es que estoy bastante asustado ―le dice el paciente.
―Bueno. Lo más normal es que se trate de algo dérmico. De la piel...
―¿Se lo enseño?
Pero él sabe que no puede ceder. Y no le hace caso.
―Es por culpa del calor ―le responde―. Le recetaré una crema hidratante.
―Pero es que sólo me ha salido en un huevo ―protesta el paciente.
Silencio.
―Y tiene una forma muy rara ―vuelve a insistir―. No sé cómo describírsela sin enseñársela.
Y el pobre doctor baja la cabeza resignado, consciente de que lo han derrotado otra vez.
Coge unos guantes, se los coloca lentamente y se levanta de su asiento con toda la desgana del universo.
―Veamos... ―dice.
Y el otro se baja los pantalones para mostrarle los genitales. Y él tiene que tocarle el escroto para apartarle los huevos y poder observar la marca roja que le ha provocado la rozadura. Antes de regresar cabizbajo a su mesa para anotarle el nombre de la crema hidratante que le iba a recetar.
Y así transcurre toda la jornada. Entre escrotos y penes. Mirándolos, tocándolos, palpándolos. O, peor aún, introduciendo su dedo en anos ajenos.
Y, cuando acaba la consulta, recoge pausadamente sus cosas y sale de vuelta a su casa. Caminando también cabizbajo. También, lánguidamente. Como si la vida fuera un mero trámite. Intentando recordar por qué eligió esa especialidad.
(Francisco Tedick)
Comentarios
Como me recuerda a mi...lo malo es que yo solo tengo 34 años
#2 Mira el lado positivo, no elegiste urologia
Si el urólogo me ha puesto una mano en cada hombro, a ver con qué me ha hecho el tacto rectal.
Héroes silenciosos
Prefiero tocar pollas a lo que hacen los del aparato digestivo
¿Por qué está tan mal visto ser urólogo y no tan mal ginecólogo? Habrá que ver donde tienen que meter la mano esa gente.
¿Por qué un urólogo se presupone que es hombre?
Venga otro
El urólogo
Te la mira con asco
Te la toca con desprecio
y cuando termina, te cobra como si te la hubiera chupado.
Uno como tú fue el último que me tocó los huevos.