Hace unos días se podía leer un artículo publicado en el Washington Post y replicado en The Independent que habla sobre el fenómeno, y tal vez moda, de la bondad de la inclusión social. De lo que antes eran caras sin tono de piel específico (nadie es puramente amarillo) ni sexo, ahora se dispone de montones de emojis que obedecen a la diversidad. Apple y con el aval de Unicode han logrado estandarizar un montón de caracteres icónicos representando humanos de diferente color de piel, sexo e incluso diversidad sexual y familiar. Lo que menciona el artículo es que se está haciendo uso de estos emojis para enviar mensajes racistas. Esto puede parecer un problema, pero quizás no sea el peor de todos.
Antes de existir estos símbolos, no era tan sencillo conocer aspectos emotivos. Si bien hasta Twitter clasificaba entre felices y tristes los mensajes si terminaban en :) o en :(, la llegada de los emojis facilita, sin necesidad de compleja inteligencia artificial y de análisis de discurso, con mensajes muy cortos, conocer más sensaciones o situaciones personales de su emisor. Recientemente, con los emojis inclusivos, se pone en bandeja información sobre orientación sexual y racial de la forma más sencilla, sin tener que decir "soy blanco" o "soy negro", ahora solo levantando o bajando el pulgar se puede obtener con una precisión que ni con sus propias palabras se podría expresar mejor, para los diferentes tonos de piel. Analizar los estados de ánimo, de salud, actividades sociales, aficiones, actividad física, deportiva, profesión e incluso rasgos políticos quedan increíblemente accesibles con poca cantidad de información y sin necesidad de traductores con solamente cuatro bytes de información que es lo que ocupa cada emoji.
Frente a este mecanismo expresivo, con el cual podemos estar dando demasiada información de forma poco consciente, aunque nos escondamos tras un seudónimo, a pesar de la obviedad de que desde el momento en que comenzamos a expresarnos y ofrecer más y más datos para realizar un perfil, nos encontramos que se abaratan costes de recolección, procesado, análisis y clasificación, cuando podía parecer de lo más inofensivo y divertido. ¿Cuánto conocen ya de tu personalidad o la de los tuyos con unos pocos bytes simpáticos e inofensivos? Ya no es solo cuestión de pulgar arriba o un +1 en una publicación para etiquetarte. Tal vez por eso algunos servicios de chat valen tantos miles de millones, aunque no se envíe ni una sola foto y se bloqueen todos los permisos de la aplicación.
Parece que el politicorrectismo no solamente está actuando como mecanismo de censura, sino que está logrando adentrarse como un caballo de Troya para acceder a nuestra intimidad de la manera más insospechada. Todavía no es momento de teorías de la conspiración, aunque podría tratarse de otro golpe que tal vez no sea por accidente.