El 13 de diciembre de 1979 en la glorieta de Embajadores de Madrid la policía asesinó en una manifestación a dos estudiantes: Emilio Martínez Menéndez, de 20 años, y José Luis Montañés Gil, de 23. El movimiento estudiantil llevaba escasas semanas de lucha contra las leyes educativas del gobierno de UCD. Ningún partido de la izquierda parlamentaria dio ni ofreció apoyo alguno a esa lucha. La policía disparó, no sólo botes de humo y balas de goma, sino fuego real.
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El PCE y sus apéndices se opusieron, como siempre, a las acciones al margen de las instituciones. Como siempre acusaron a los estudiantes de dar excusas a la reacción fascista con su actitud combativa. Provocación: su palabra favorita. Para el PCE hasta respirar era una provocación. Habían empezado a acostumbrarse muy jóvenes a vivir sin respirar. Cuatro años antes, en el verano de 1975, la responsable del grupo de abogados del PCE, Manuela Carmena, les había trasladado a sus camaradas con toga la consigna de no participar en la defensa de los procesados en los juicios sumarísimos que acabaron con cinco jóvenes antifranquistas fusilados el 27 de septiembre de ese año.