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Gañanes de espíritu
Ese día se disputaba en Hannover el partido España-Francia, y aún había esperanzas en nuestra selección. Como casi todo el mundo, me dispuse a verlo, pero ya antes de empezar pensé: “Vaya imbéciles, ahora es seguro que vamos a perder”. Los imbéciles eran la mayoría de los compatriotas hinchas presentes en el estadio –decenas de miles–, a los que no se les ocurrió otra sandez que silbar y abuchear, de principio a fin, el himno francés, La Marsellesa, hasta ni siquiera permitir que se oyera.
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