STARGATE
The secret files
En 1991, en lo que se conoce como Guerra del golfo, por el Golfo Pérsico, cuyas aguas bañan las costas de Irak y Kuwait, las fuerzas armadas de EEUU se hicieron con el control de un dispositivo milenario de antigua tecnología cuyo funcionamiento permanece hasta fecha de hoy en investigación y resulta parcialmente desconocido.
Como forma de silenciar posibles filtraciones y rumores en 1994 fue lanzada un película narrando una historia con un planteamiento semejante a los hechos, una forma de desinformación y de reconducir los relatos habitual en los servicios de inteligencia. Tal operación constituyó una de las series más longevas de la televisión.
La idea de los “portales”, también expresada en el mundo del videojuego, del mismo modo que la imaginería asociada a los OVNI, ha quedado indisolublemente engarzada en la cultura popular, formando parte del mundo de la ficción.
El relato que sigue podrían haber sido los hechos reales.
1. Has de ver tres películas
Tendríamos que remontarnos por lo menos casi 50 años antes de la invasión de Irak, la primera, para encontrar el principio de esta historia, hasta tiempos de la segunda guerra mundial y el experimento Philadephia. En realidad mucho antes, hasta tiempos de otra civilización cuya existencia ya nadie recuerda y sólo unos pocos conocen. El mundo es en realidad un lugar muy distinto al que la mayoría piensa.
Lo significativo respecto al caso es que en 1991 un pelotón de marines de EEUU fue enviado por un equipo científico y sus superiores militares a través de un portal bajo su control en territorio de Kuwait, que no en vano significa “fortaleza construida cerca del agua”.
Después de 34 años, acaban de regresar. Con el mismo aspecto que tenían en 1991. Un episodio similar tuvo lugar en 1943, cuando se empezó a experimentar con altas energías, según el relato divulgado, tratando de lograr la invisibilidad de un buque.
En 1984 se estrenó El experimento Philadephia, con el cometido de difundir el relato en los términos que interesaban a aquellos que controlan la información y mediante ella a las masas.
Lo cierto es que para empezar a experimentar con tales fenómenos, un buque parece un objetivo demasiado ambicioso.
Los principios físicos en juego fueron similares a los invocados mediante la tecnología de los portales y, en cuanto a los resultados de tal experimento, la narrativa que se ofreció al público fue mucho más honesta que la de la primera mencionada, que en principio aparecería sin relación alguna para la audiencia.
La razón es obvia, la segunda parte del relato tuvo que ser completamente imaginada puesto que aquellos a los que enviaron nuna regresaron. Pero como decía, acaban de hacerlo y habiendo cumplido escrupulosamente la misión encomendada. Una misión con una duración programada de 6 horas y lo han hecho más de tres décadas después.
En el siglo XX, después de algunos incidentes más, semejantes a los relatados en El experimento Philadephia, la investigación quedó en punto muerto.
Dichos efectos, para quienes no los conozcan y para refrescar la memoria de aquellos que ya están familiarizados con el relato, comprenden entre otros hechos incomprendidos: fusión de organismos vivos con materia sólida, teleportación y desplazamientos anormales a través del flujo del tiempo.
La impresión de los investigadores siempre fue que aquellos soldados habían viajado en el tiempo, los que tuvieron la suerte de no fusionarse con la cubierta o mamparos del buque “Philadelphia”.
La primera mitad del siglo XX se puede calificar de convulsa, en general. Es similar a esos momentos en una partida de ajedrez en que empiezan a sucederse rápidos intercambios hasta hallar de nuevo una posición que devuelve al tablero un equilibrio más sosegado.
El desencadenante suele ser la divulgación de alguna información clave que pone en marcha procesos largamente preparados. Así, en lo que luego sería España, en 1492, se expulsa a los judíos, se termina con el último enclave árabe en Granada y se descubre América, por lo menos para los que no la conocían, que sin duda eran los más.
Quizás no tan llamativo, pero similar fenómeno se da en lsa causas que hay detrás de las cruzadas.
La liberación de información clave que pone en marcha ciertos engranajes. Y algo parecido sucede en la primera mitad del siglo pasado.
De las muchas veleidades que se podrían mencionar sobre el régimen nazi, además de inclinaciones aún mucho más erradas, no es ningún secreto el interés por asuntos que, posteriormente, han quedado fuera de la agenda pública de los estados modernos.
De nuevo, lo hemos visto en el cine. Así es como funciona, y la frase clave vendría a ser “la película que me estás contando ya la he visto”. Ésa es la principal función. Pero lo cierto es que el tercer reich tenía una sección dedicada a lo que algunos denominan “ocultismo”, con Himmler a la cabeza. Son hechos que forman parte de la historia, aunque al pensar en ellos el subconsciente nos remita automáticamente a la ficción.
Y todavía más, todo el discurso del nazismo en torno a una raza aria enraiza con informaciones (o desinformaciones) vertidas a través de la sociedad secreta Thule. Y éste es sin duda un juego de humo, reflejos y sombras en el que no es nada fácil desentrañar quién es quién.
Volviendo al vínculo con el asunto que nos ocupa, las guerras mundiales estarían indisolublemente asociadas con lo que fue el movimiento sionista que desemboca en la creación del estado de Israel, cuyo objetivo no es otro que la apropiación completa de Jerusalén que, bajo los criterios aquí contemplados y muchos otros más conocidos, sería un “punto caliente”. Similar para el caso de Crimea.
Pero volviendo a Irak, una segunda invasión tuvo lugar en 2003. Algunas informaciones que no publicó ningún gran medio indicaban que la causa de la caída definitiva del gobierno de Irak estaría relacionada con los hallazgos arqueológicos de un alemán, pensando que habían hallado la tumba de Gilgamesh, el héroe mítico de la epopeya sumeria.
Si en 1991 se programó una intervención en dos fases, la llamada operación “Tormenta del desierto” y su contraparte mucho menos conocida, “Escudo del desierto”, en 2003 la precipitación de los acontecimientos habría obligado a improvisar.
Para entonces EEUU estaba enfrascado en su “guerra contra el terror” e invirtió todo su capital político en ello, tras los atentados del 11S que tenían que justificarlo. Una operación paralela al sionismo con un calendario más amplio, pero el temor a que se pudiera descubrir algo similar a lo hallado en Kuwait forzó una intervención relámpago.
Así, sin contar con sus socios habituales y sin poder justificar ante el mundo la intervención, EEUU se vio forzado a salir de su agenda y al margen de la ONU. Esas eran las posibles “armas de destrucción masiva”. Estos son a fecha de hoy secretos celosamente guardados, por lo menos todo lo bien que se pueden guardar secretos de tal envergadura. Prefirieron dilapidar la práctica totalidad de su credibilidad excusándose con la razón de que “su inteligencia les había fallado”. Y en cierto modo así fue, aquello quedó en agua de borrajas.
En cuanto al experimento de 1943, Tesla falleció poco después. Los sucesivos intentos lanzaron resultados tan desagradables como los que se pueden ver novelados en la película La mosca, de 1987. La investigación enfrentó duros reveses, también en consonancia con un mayor desarrollo de la conciencia ética de las sociedades a lo largo de las décadas y la experimentación se vio severamente restringida.
Se suspendió inicialmente en los 40, se reactivó en los 80 tras la reaparición de aquellos soldados desaparecidos del “Philadelphia” en 1943. No tardó mucho en suspenderse de nuevo, a tenor de los espeluznantes resultados referidos que han sido difundidos de forma novelada y como historias de ficción a través de la industria de entretenimiento.
2. La ingeniería inversa
Hay una diferencia crucial entre la ingeniería tradicional y la inversa. En el primer caso, el ingeniero parte de un cocimiento que aplica al diseño. En el segundo caso, el diseño puede estar muy alejado de su esfera de conocimiento.
Y desde luego no se puede decir que EEUU no tenga experiencia en el tema, por lo menos desde 1947. El final de la operación Highjump en la Antártida, es poco anterior al episodio de Roswell. El final de la segunda guerra mundial no tiene mucho que ver con lo impreso en los libros de historia, pero las explicaciones nos desviarían mucho del tema que nos ocupa.
El hecho es que en 1991 se pudo activar el portal, aún sin tener pleno conocimiento de las bases teóricas que sustentan tal tecnología. Tecnología con la que, de forma más o menos accidental, se había experimentado en 1943 y en los 80, con los resultados mencionados.
Esta vez el diseño no era de nuestros ingenieros, sino el dispositivo el recuperado, se diría, de las arenas del tiempo en Kuwait, similar a lo mostrado en la saga Stargate. Las investigaciones de teleportación cesaron desde que una mosca pasó por el lugar más inoportuno en el peor instante en algún momento de lo años 80. El diseño difiere pero la física en juego es fundamentalmente la misma.
Los resultados fueron profundamente descorazonadores. Otro nuevo revés para una investigación extremadamente restringida, tal como el resto de archivos clasificados en relación a la tecnología. Y los momentos en los que se está al borde de un descubrimiento que da un vuelco al paradigma científico, y que por lo tanto contienen el potencial de reescribir el equilibrio geoestratégico, son proclives a hacer aflorar la tensiones, no sólo políticas si no bélicas.
En cualquier caso, la ingeniería inversa tiene sus limitaciones, razón por la cual aún no vemos nada parecido a OVNIs en los concesionarios y seguimos desplazándonos mayormente sobre ruedas.
Aunque seguro que desde determinados ámbitos militares podrían darnos alguna que otra sorpresa en ese sentido, cuánto más lejos no estaremos entonces de comprender las bases teóricas de la teleportación.
La investigación del fenómeno que se conoce a nivel básico y, ahora sí, de forma pública y abierta (hasta cierto punto) como “entrelazamiento cuántico” apuntaría en esa dirección.
Llegados a este punto del relato, el problema para algunos es obvio hace mucho. ¿Qué hace un dispositivo de tecnología que aún apenas comprendemos enterrado bajo las arenas de Kuwait? Pues sencillo, romper todo el relato de la historia del que nos hemos dotado. O más bien el que ciertas esferas del poder han promovido en los últimos tiempos.
¿Y qué tiene que ver Roswell con la Antártida? ¿O debería decir la Atlántida? Por más preguntas que se respondan el equilibrio del tablero hasta momentos largos de pausa siempre se alcanza mediante nuevos interrogantes, no por las respuestas.
Por el momento podemos reflexionar sobre un grupo de personas que conforman una breve partida de exploración a no se sabe bien dónde y regresan más de tres décadas después habiendo experimentado un reconocimiento de unas pocas horas.
En física, es la relatividad la que da cuenta del fenómeno de dilatación “temporal”. También era Einstein el que decía que si no se lo puedes explicar a un niño de 5 años es que no lo comprendes bien. Y no creo que nadie pueda explicarle física cuántica a un niño de 5 años. De hecho Feynman lo que decía es que si crees entender la física cuántica, es que no la entiendes en absoluto, dejando constancia de lo que parece perplejidad.
Lo cierto es que la investigación pública fue conducida por callejones sin salida, ya antes de la segunda guerra mundial, por lo menos desde el congreso de Solvay en 1927. Quedó sellada bajo el lacre de la pequeña menorá con la que se designa la función de onda, la letra griega psi Ψ. A eso y no a otra cosa se refirieron los que hablaban de “ciencia judía”.
La forma en la que el poder se articula y ejerce su influencia es un asunto de estudio fascinante y la posición del ámbito judío y del sionismo es crucial. No en vano contamos los años a partir de acontecimientos de hace dos milenios en Palestina. Ése es el hecho.
Posteriormente, han tomado el poder ciertas élites convencidas de querer convencernos de que nada de aquello tuvo en realidad lugar. De ridiculizar ciertos intereses como sobre de las conspiraciones, que en realidad son una constante histórica, y en resumen de mantener a las masas con la atención dirigida hacia una hipertrofiada industria del entretenimiento, más que suficiente para cubrir las escasas horas de atención que pueden dejarles sus obligaciones laborales y familiares.
Hoy en occidente no es la religión, torcida, corrupta y decrépita la que ha de proveer todas las respuesta si no una ciencia que, como decía, ha sido abocada a una vía muerta conscientemente mientras en secreto la industria militar trata en vano de hallar el modo de interpretar algo que apenas conciben.
En cuanto al ámbito científico, queda bien definido el panorama, en cuanto al ámbito religioso sólo apuntar que la maldición del último gran maestre de la orden del temple se cumplió y el entramado de las diferentes sociedades secretas, todas cortadas por un patrón tan parecido que cabe sospechar de una misma autoría, terminó por hacerse con el control de la iglesia.
El obelisco del Vaticano da buena prueba de ello, la iglesia está siendo sistemáticamente demolida desde dentro. Las razones de tal enemistad histórica conciernen algunos hallazgos en tierra santa que al parecer no fueron “tributados” en Roma, si no usados en propio beneficio. Esta situación fue la que causó la virulencia eclesiástica que se ha conocido como inquisición y explica la persecución contumaz de cátaros, gnósticos, herejes de todo pelaje, y la desaparición pública de la orden del temple.
Pasando por diversas máscaras, al final constituyen el poder hegemónico financiero global que hoy conocemos. Entre ellas, posiblemente la de la llamada sociedad Thule. En tiempos recientes se conocieron como los iluminados de Baviera o Illuminati. Lógicamente, a lo largo de los siglos, no hablamos de las mismas personas, pero sí de algunas líneas de sangre y adláteres, custodios de un conocimiento del que se ha privado a las masas, destinadas a un mero papel productivo y con poco o ningún conocimiento de la realidad en la que viven.
En cuanto al origen de las diversas sociedades secretas, que salen tan baratas de crear como inventarse un nuevo nombre misterioso o rimbombante, creando mayor confusión, en un contexto donde el dinero es el que tiene la última palabra, no parece que haya en realidad tanto lugares distintos a los que dirigir la mirada.
Es tal la preponderancia del dinero que se diría que financian incluso estructuras que presuntamente serían del adversario. Pero en en realidad hace mucho que eso no pasa, para tener un adversario hay que estar en guerra, y ellos no están ya en ninguna guerra, las crean, las programan, las disponen en función de objetivos concretos. Las financian. Pero obviamente no toman parte en ninguna. Representan un poder indiscutido por siglos en ciertas latitudes, si bien su mano negra tal vez no tiene tanto alcance como ellos creen. Ponerles un nombre es un ejercicio de torpeza que sólo les facilita el cambiar de máscara. Tal vez no sean el reich de los mil años pero se podría decir que ya llevan más de 500.
Eso explica la decrepitud inoperante de una iglesia que ya era una forma de corrupción de lo que podríamos entender como una cierta doctrina cristiana, por lo menos desde el edicto de Milán. Cuando Constantino asimila una tendencia en un imperio que ya apuntaba a su fin. También explica la parálisis del avance científico en determinados ámbitos clave: la economía entierra a Marx asegurando la perpetuidad y exacerbación de dichas élites, la historia entierra a la Atlántida so pena de excomunión de la comunidad científica, por más que no pueda dar cuenta de evidencias de toneladas de piedras de toneladas y toneladas. Y la física sigue enterrada en la indeterminación de Heisenberg, habiendo determinado de partida que la representación de la partícula es una función de onda, que es indeterminada en sí misma.
Y es mediante una suerte de ingeniería inversa como esta forma de operar puede ponerse de manifiesto. Mientras sigan tratando de avanzar en secreto, en grupos minúsculos y con información altamente compartimentada, mientras sigan como ya hicieron los viejos templarios reservando sus hallazgos para sí mismos, se diría que tienen muy complicado avanzar y se ven abocados a un género similar de estancamiento al que han previsto para el resto de la sociedad. Siendo herederos de aquellos que promovieron la revolución francesa, sorprende que a la postre sigan viendo al resto como súbditos. Natural pues que ni siquiera quieran dejarse ayudar.
3. La naturaleza del problema
Einstein luchó, se diría, hasta el último de sus días. ¿Cómo? Sin hacer nada. Eso es exactamente lo que hizo, no volvió a publicar nada después de firmar la carta que prendería la mecha del proyecto Manhattan, dado el desenlace que produjo.
Pero además tampoco se quedó callado, es en Solvay, donde él estuvo presente, donde se desestima el modelo de onda-piloto de DeBroglie. Las discusiones son bien conocidas, incluso más allá del ámbito académico. La sentencia que ha quedado para la posteridad, ante la aproximación probabilística, y por lo tanto indeterminista que salió imperante de Solvay fue “dios no juega a los dados”.
Y cabe recordar que Einstein era judío, como Heisenberg. Pero no de “esos” judíos, al final era un tipo del que nadie esperaba nada y colocaron en una oficina de patentes. No es que estuviera en el banquillo, es que ni siquiera estaba en el equipo. Imagino que de Marx, también judío, podría decirse algo similar. Luego, es sin duda un asunto mucho más complejo que el relato naif del nazismo acerca de la raza aria, creado a modo de espantanpájaros para poder ser ridiculizado y defenestrado en el basurero de la historia. Extremo que, por cierto, ni siquiera explica el odio acérrimo a los judíos, cuyas causas habría que buscar en la recurrente tradición europea de expulsarlos de todas partes. Resultado de la operativa de ciertas élites tratando de socavar cada poder regional para hacerlo propio. Y, como decía antes, en occidente hace siglos que esa operación se ha visto consumada con éxito.
Volviendo a la discusión científica, la respuesta de Bohr no fue tan brillante en mi opinión: no le digas a dios qué hacer con su dados. Con él parece que Einstein mantuvo diversas discusiones que imagino acaloradas para el contexto académico.
De hecho los últimos años de Einstein en Princeton se diría que se caracterizaron más por cierto papel de activismo que por su desempeño académico, al menos por lo que ha trascendido al público.
Y menciono a Einstein porque es de su relatividad de donde se desprende el efecto de dilatación temporal, un fenómeno bastante bien conocido y que interviene en la necesaria reconfiguración de los relojes de los satélites responsables del sistema GPS, por ejemplo.
Es relevante para el caso porque lo que sucedió con los soldados que desaparecieron en 1943 del “Philadelphia” para reaparecer décadas después, no se trata en realidad de ningún viaje en el tiempo, lo cual es una imposibilidad física en los términos que se considera en la ciencia ficción, pero se le podría parecer bastante y prestarse a graves confusiones, tal vez inducidas.
La película Interstellar, de 2014, aborda con mayor certeza la cuestión. Aunque, como siempre, los finales que quedan a exclusivo arbitrio de la imaginación de los guionistas nunca son tan brillantes como las premisas plagiadas del guion de la realidad. Ésa que, no en vano, se dice que siempre supera a la ficción.
Luego, parece que la naturaleza del problema empieza a ser comprendida en alguna medida, pero la imprescindible noción de un tiempo de referencia que correlacione dos localizaciones en las que el “tiempo” (que no es más que los cambios en la materia) transcurre a distintas velocidades, sigue vedada en la interpretación de una teoría de la relatividad que continúa sin ser comprendida por completo. Ni en el ámbito público ni el ámbito del secreto militar.
La primera dificultad radica en nuestra concepción habitual de eso que llamamos tiempo y que Einstein definió como “una ilusión persistente”. En la relatividad el tiempo carece de existencia por sí mismo y queda fusionado de manera indisoluble con el medio espacio. Se diría que el espacio-tiempo es su principal legado. Y cuando la gravedad, que sigue siendo poco más o menos el mismo misterio que en tiempos de Newton, afecta a uno, afecta innegociablemente al otro.
Una coincidencia curiosa que da cuenta del proceder de las grandes mentes, es que el propio Newton escribió que nadie con sentido común (él hacía referencia a una formación académica) podía considerar que la gravedad interactúe entre dos puntos sin un agente intermediario.
En cuanto a Einstein, se refirió al entrelazamiento como “spooky action at a distance”. Dado el contexto que se ha venido ofreciendo en estas líneas, a nadie debería sorprender que se enterrara por lo tanto al “éter luminífero” por el que incluso Maxwell abogaba. Y lo que es imposible es aprender a navegar si uno parte de la consideración errónea de que el mar no existe. A la presa que han diseñado para contener el avance de los muchos, mientras unos pocos tratan de avanzar solos, para más inri a costa del resto, ni dejan ni van a dejar de salirle grietas, pero no tantas que no pueda tapar el dinero.
No es por lo tanto sorpresa ver en nuestra sociedad como aparentes incompetentes acceden a posiciones de privilegio mientras el talento queda, en muchos casos, relegado a vertederos. El talento genuino seguramente no acepte ni su corrupción, ni su deshonestidad, ni su secretismo, ni su abuso sistemático. Son, a la postre, los enemigos de la inteligencia. De la paz y de la justicia. Eso es lo que dicen sus actos, por más que no suelan escucharlo. Y eso les pasa por tener lacayos en vez de socios y súbditos en lugar de iguales.
No es tarea de estas líneas desentrañar los misterios últimos de la relatividad, de la cuántica, ni de su correlación, lo que vino a llamarse teoría del todo. Ya desde Faraday, las llamadas “fuerzas”, se intuían como fenómenos emergentes de otro más fundamental. Tampoco es el objetivo aclarar los pormenores de la tecnología sobre la que versa el texto. Quien escribe, seguramente a diferencia de otros, tiene claro que no es labor de unos pocos, cuánto menos de uno solo.
Creo que es interesante compartir una reflexión: si aquellos que diseñaron tecnología que apenas entendemos fueron, aparentemente, borrados de la faz de la tierra, sino por completo (y no faltará quien pretenda reinvindicar su herencia, debida o indebidamente), sin duda sí como la civilización que fuera, tal vez dispongamos de menos tiempo del que cabría esperar.
Y volviendo al tema del tiempo y la naturaleza del problema, una relación de 6 horas a 34 años equivale a un factor aproximado de 50.000. Eso quiere decir que una semana “allí”, sea donde sea que ese “allí” se refiere, aquí vendrían a ser unos mil años.
Vale la pena mencionar que no hay nada en los fenómenos de dilatación temporal que distorsione la percepción del flujo del tiempo de los sujetos. Como ya se ha mencionado, el tiempo no es más que el efecto emergente de la apreciación de cambios en la materia. Si se aceleran o deceleran todos los procesos de un contexto determinado, no hay por lo tanto constancia de modificación alguna, pues cualquier reloj se verá sometido a la misma alteración preservando la proporción.
En el ejemplo del pelotón de Kuwait de 1991, cumplieron su misión de reconocimiento sin mayor incidencia en el tiempo programado sin notar ninguna diferencia hasta producirse el viaje de vuelta.
Y con la fortuna de que éste pudiera producirse. El shock es indescriptible. Los que tenían hijos, ahora son más jóvenes que ellos. Sus parejas y amigos, casi ancianos. Sus padres tal vez fallecidos. Sus vidas se diría que se evaporaron al traspasar ese umbral, sin morir en absoluto. Ése es el efecto de una palanca 1 a 50.000.
Les esperan discusiones endemoniadas sobre derechos, obligaciones y secretismo. Hubiera sido más cómodo para los de aquí que jamás regresaran. Sus desapariciones están tramitadas burocráticamente y las ayudas a sus familiares satisfechas, que han continuado sus vidas con su vacío y una fría carta del gobierno sin mayor explicación. Y ellos han tenido tan sólo “un día más en la oficina”.
Además, el mundo ha cambiado bastante desde 1991, la verdad es que ésta sí es una película que ya hemos visto. Sucede que en el caso del “Philadelphia” hablamos más bien de un accidente acompañado de diversas secuelas. Sorprende sin embargo que la palanca de tiempo resulte de un ratio de similar magnitud. Si hubieran estado un día habrían aparecido más de un siglo después.
Luego, en este caso particular, no es difícil entender por qué puede parecer que se ha viajado en el tiempo. De hecho, ése es el efecto observado, pero en realidad no es eso exactamente lo que ha sucedido. Y aunque hubieran viajado a un lugar donde los dinosaurios sean un realidad y no una colección de enormes huesos, en ningún caso podrían haber viajado al pasado. Habrían viajado a otro lugar con líneas evolutivas y momento propio.
4. Implicaciones
A pesar de lo que en principio son desgracias personales, lo cierto es que la información obtenida está cerca de lo invaluable.
Si uno piensa en los constructores de tan endemoniada tecnología, no es difícil alumbrar algunas consideraciones significativas. Una palanca temporal de semejante magnitud como en la que estaría configurada el artefacto, es en sí misma un arma de guerra. No aquí, en realidad, si no en otra ubicación.
Cabe imaginar lo que se puede hacer, por ejemplo, en los preparativos de un conflicto bélico si uno tiene más de un siglo para planificarlo por cada día del que dispone un adversario. Y, cumplido su cometido, la localización quedaría sin uso. Hasta tal punto que, debido a la magnitud de la palanca, en pocos años del “otro lado” una nueva especie podría haber evolucionado, constituir una civilización y descubrir tales artefactos. Además de otros vestigios inexplicables en piedra cuyo cometido, diseño y tecnología aplicada les sería completamente ajena. ¿A alguien le suena esto de algo?
O quizás… el adversario en tal conflagración dispusiera de similar tecnología, habría localizado los enclaves del enemigo y de ahí la destrucción significativa que presentan algunos de esos vestigios mencionados, con evidencias de haber sido producida, en algunos casos, de formas que ni siquiera imaginamos. Ésa y no otra podría haber sido la caída de la Atlántida.
Sea como fuere la palanca de ratio 50.000 se antoja demasiado excesiva para cualquier otro cometido. Mucho interés debería tener lo situado en un enclave que impone dicha dilatación. O quizás sólo la búsqueda de un lugar donde vivir en paz, quién sabe.
En cualquier caso tal configuración, o una localización que impone tal dilatación, si es que no se ha modificado a lo largo del tiempo, desde luego no parece diseñada para dar un paseo por la tarde en otro mundo ni para un viaje de negocios, apenas para investigación. Remite a una combinación extrema precisamente diseñada para maximizar el efecto de dilatación temporal.
En tal configuración, sí opera como una máquina del tiempo que permite viajar al futuro de nuestra localización. O llevar cantidades ingentes de trabajo a la otra ubicación, siempre que se disponga de la mano de obra. Que tiempo hay incluso para hacerla reproducirse. En cualquier caso deberían existir muchas otras localizaciones que no arrojen tal tensión respecto a nuestra ubicación.
El marco teórico expuesto abre posibilidades inconcebibles para nosotros hasta la fecha como lo eran hace unos siglos internet o el teléfono móvil.
Volviendo a las experiencias personales, tres décadas no pasan en vano. Sólo la lista de celebridades muertas cambia la imagen del mundo. En el panorama musical, por ejemplo, Kurt Cobain y todo lo que fue el grunge y el movimiento de Seattle habría desaparecido antes de apenas existir. Tal vez encuentren consuelo en saber que The Rolling Stones o Metallica aún siguen girando.
Yendo a temas algo más profundos, la URSS colapsa en 1992. Las redes sociales... Esa gente estaría viviendo un capítulo de Black Mirror, que tampoco sabrían que es. De The Twilight Zone, tal vez.
Dos trilogías completas de Star Wars. El señor de los anillos llevado a la pantalla. En 1991 los videojuegos andaban por los 16 bit a resoluciones de 320x480. Cuesta imaginar la magnitud del cambio. China apenas empezaba el proceso de crecimiento económico que le ha llevado casi a doblarse en cada una de essa décadas. Las torres gemelas ya no existen más. Las pantallas ahora son enormes y planas. Hay coches eléctricos. Televisión a la carta, Netflix. Chat GPT y la IA, es casi despertar en una película de ciencia ficción.
Y problemas más inmediatos, quizás parte del personal que les enviara de ida ni siquiera siga con vida, sus superiores. No es tanto como para no poder reubicarse mentalmente, pero para una tarde no está mal. Esa gente lo que ha visto en pantalla en los últimos años, muy apropiadamente, es Regreso al futuro, para pasar en cierto modo a protagonizar un periplo similar.
Tampoco van a ser todo inconvenientes, al menos se han ahorrado la pandemia de covid-19, algo que por cierto podría ser un problema médico bastante serio. Qué bueno ser recibidos tras una misión altamente clasificada por un montón de desconocidos con mascarillas.
Es una putada enorme. Cabe esperar alguna que otra crisis de ansiedad y fases de negación, aceptación y duelo. Y lágrimas de hombres seguramente tan duros como los que más.
Luego, la inevitable fascinación ante lo acontecido y el infinito mar de posibilidades que se insinúa ante nuestros ojos. Welcome home. Me temo que Neil Armstrong tampoco está ya para recibirlos y Buzz anda bastante mayor. En comparación la gesta de estos últimos fue un mero paseo. Empieza una nueva era. Pero aún queda lo mejor: ¿qué había al otro lado?
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