El repetido y más que errado argumento religioso sobre un dios creador de todos y cada uno de los seres vivos de la Tierra fue una “explicación” que tuvo su momento intelectual más álgido a principios del siglo XIX cuando el filósofo, teólogo y apologista británico William Paley desarrolló su famosa analogía del relojero. Pero como reza el dicho castellano de que poco dura la alegría en casa del pobre [cristiano], medio siglo después la Teoría de la Evolución de Darwin y Russell vino a destruir hasta sus cimientos la necesidad de un ente creado
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