Con una mezcla afilada de rigor, ironía y determinación, Rufián logra desmontar discursos que se sostienen solo por la costumbre. Interviene para exponer contradicciones, revelar incoherencias y reclamar responsabilidad a quienes parecen haberse habituado a ejercer el poder sin sentir su peso real. Esa capacidad para agitar conciencias y sacudir estructuras es precisamente lo que lo convierte en una figura singular dentro del parlamento.
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Qué mal debe andar la cosa en la izquierda española para que se llegue a esto.