Las verdaderas razones del declive de Menéame

Como he leído del orden de veinte artículos al respecto, uno al trimestre, por lo menos, y como el márketing indica que hay que decir que lo que tú opinas es lo verdadero, porque si no, a ver por qué te van a leer a ti en lugar de a los veinte anteriores, voy a poner mi granito de arena, o mi boñiga, en este muladar de subjetivismo.

La verdaderas razones del declive de Menéame son muchas, muchísimas, pero creo que hay cuatro principales:

-Que se fundó hace muchísimos años, una puta eternidad para lo que son los ciclos de producto de este ecosistema. El solo hecho de que esté en declive y no muerto, enterrado y convertido en silicato informático, ya es bastante para felicitarse cien veces. ¿Cuántas comunidades existen de una edad parecida? ¿Dónde están las demás? En el museo arqueológico, joder. En distintas necrópolis. En diversos cenotafios. Así que estar vivos, o malviviendo en un geriátrico, ya es bastante razón para felicitarse. ¡Enhorbuena!

-Los usuarios somos unos carcas. Sí, viejos, viejales, vetustos y viejunos. ¿Cómo coño no va a decaer una comunidad donde hay más salidas por defunción que entradas por interés? Seguramente exagero, vale, pero a fuerza de hablar con gente, la media debe de estar por cuarenta y ocho o cincuenta años. Ricardo Galli cumple mañana sesenta tacos, joder. (Felicidades, padre). Y mejor no le preguntamos a Benjamí cuantos tiene, porque no andará muy lejos, ya que la gente se junta muchas veces por rango de edad. Andamos todos por ahí, así que sí, oye: la comunidad está en declive porque nosotros estamos en declive. Sorpresazo, ¿eh?. Y las cosas de las que hablamos, los temas que nos interesan, el modo de abordar esos temas y los argumentos y hasta el vocabulario que utilizamos, son de nuestra generación. Viejunos. Carrozas. Apolillados. Hay sinónimos de sobra.

-Aquí se lee. En un ecosistema informativo donde primero se le dio prioridad a la imagen y luego al vídeo, resulta que estamos en una comunidad donde la comunicación es por escrito. No tenemos nada que ver con las tendencias actuales, y si de veras el medio es el mensaje, resulta que nuestro medio, la palabra escrita, está medio caducado y genera distintos grados de rechazo entre los más jóvenes. No puede dar más o menos por el culo, pero es así. La gente quiere mirar un vídeo, a ser posible de dos minutos, darle a un botón para reaccionar, que le caigan unos cacahuetes de dopamina, y seguir al siguiente estímulo. Aquí hay noticias con doscientos cincuenta comentarios. No me jodas.

-Aquí se escribe. Y eso es todavía peor, dios mío. Aquí se le dan hostias hasta en el cielo de la boca al que no sabe escribir correctamente, pone abreviaturas, o mete una falta de ortografía. Aquí hay que saber estructurar tus ideas y expresarlas por escrito, de manera que no venga el cabrón de turno a darle tres vueltas de torno a tu gramática o a tus huevos, según le dé. Eso es algo que detesta buena parte de la gente que podría unirse a la comunidad y que no se queda después de registrarse, porque en cuanto hace el esfuerzo de juntar tres líneas se siente medio subnormal ante las risas de los que le han leído. No es elitismo, sino simple realidad: a muchísima gente por debajo de los cuarenta le cuesta expresarse por escrito, ya sea porque utiliza el móvil, con su mierdoso teclado, o porque no tiene ese hábito.

Así que sí: somos una especie de tabernáculo monástico, y estamos en declive. Porque somos viejos, porque hacemos cosas de viejos, porque estamos entre cuatro paredes viejas. Eso, justamente, es la definición de declive.

¿Pero quién quiere vivir para siempre? Yo no, os lo juro.