Cuando los primeros humanos se toparon con el fuego por accidente, poco a poco fueron comprendiendo que no solo quemaba. Daba luz, pero también servía para calentar, cocer o ahumar alimentos, y para protegerse. Tanto los insectos como los parásitos y depredadores parecían huir de este impresionante aliado. Al principio, lo único que podían hacer era cuidarlo para que no se apagara, antes de que aprendieran a “encenderlo de la nada”.
|
etiquetas: prehistoria , fuego , fogata