Las limitaciones del líder de Vox, Santiago Abascal, son la mejor garantía contra el auge de la ultraderecha en España...Santiago Abascal no trabaja. O, mejor dicho, no se le nota. Y ese es, paradójicamente, su mayor mérito político. No porque su inacción sea virtuosa –no lo es–, sino porque encarna como nadie el principio de delegación divina. El caudillo de Vox no hace política: la representa. Y ni siquiera con la solemnidad de un César ni la inteligencia perversa de un Maquiavelo, sino con la contumacia folclórica de quien se disfraza ...
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Solo hace falta que grandes inversores lo catapulten.