Para los antiguos griegos, el hígado tenía la misma importancia a la que posteriormente se le daría al corazón, ya que, antes de Aristóteles, se creía que era el origen de la sangre. Se consideraba la fuente de la vida y la divinidad, por lo que cualquier daño en el hígado se consideraba letal, como solían expresar los antiguos poetas. De hecho, en la Ilíada, Hécuba expresa su deseo de devorar el hígado de Aquiles para vengar la muerte de su hijo, sin considerar la condición semidivina del héroe.