Frases y fragmentos de libros
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Ver a los ricos por la tele

Imagina a una pareja paseando por la playa con un perro. Ellos charlan y el perro corre por ahí. Luego atan al perro a un árbol y se pasan la tarde haciendo el amor, mientras el perro, atado, los mira y ladra de vez en cuando.

Pues tú eres el perro.

Dinero. Martin Amis.

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Fábula - El lobo y el cordero

“Había una vez un lobo que vio a un cordero en la orilla de un río y quiso comérselo ofreciendo un pretexto simple pero verosímil. A pesar de estar río arriba, le acusó de no dejarle beber al revolver el agua. El cordero contestó que al estar el lobo río arriba y el más abajo, no era posible que así fuera.

Al ver el fracaso, el lobo acusó al cordero de haber insultado a sus padres el año anterior, a lo que el cordero contestó que hacía un año el aún no había nacido. El lobo dijo entonces que, aunque el cordero se justificaba muy bien, no le dejaría ir y no iba a dejar de comérselo".

A menudo, aquellos que quieren provocarnos daño, no se van a detener independientemente de nuestros argumentos o de que sea o no justo.

Fábula de Esopo

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Cita - La calumnia y la verdad

“Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes.”

Jacinto Benavente, “La ciudad alegre y confiada” (obra de teatro, 1916)

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Cuento - "El pescador"

Un rico empresario estaba de viaje de negocios en una isla cuando, al acercarse al puerto, vio a un pescador tranquilamente acostado sobre su barco tomando un té y leyendo un libro. Le picó la curiosidad el hecho de que en plena hora de pesca, aquel hombre estuviera allí descansando.

-¡Hola, buenos días! -saludó amablemente el empresario.

-¡Buenos días! -le contestó el pescador.

-¿No sale a pescar hoy?

-Sí, ya salí esta mañana y en dos horas ya pesqué lo suficiente para el día.

-Vaya... ¿y por qué no pesca más de lo que necesita?

-¿Y para qué iba a hacer eso? -le contestó sorprendido el pescador.

-Pues... porque así ganaría usted más dinero -fue la respuesta del empresario. Y con ese dinero podría comprar un motor para la barca.

-¿Y para qué querría yo un motor en la barca?

-Bueno, con un motor podría ir a aguas más profundas, allí donde hay muchos más peces.

-Vaya... pues no lo había pensado, pero, ¿para qué quiero yo pescar más peces de los que necesito? -preguntó de nuevo el pescador.

-Pues porque así los podría vender y ganaría más dinero, y con ese dinero podría comprar mejor material; por ejemplo, anzuelos y redes nuevas que pescasen más peces aún... y con ese dinero podría usted comprar otra barca más.

-Pero... ¿y para qué quiero yo dos barcas? -preguntó de nuevo el pescador.

-Pues para contratar a alguien y ganar más dinero aún, y con ese dinero usted podría comprar otra barca más, y otra, y otra... y al final tendría una gran flota y un montón de gente trabajando para usted. Y de esa forma, seguramente conseguiría ser tan rico como lo soy yo.

-Pero, y cuando fuera tan rico como usted, entonces, ¿a qué me dedicaría?

-Pues es fácil -rio el empresario. Podría sentarse y disfrutar de la vida.

-¿Y qué cree que estoy haciendo en este momento?

Cuento sufí

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Cita - "La llamada del ángel"

“-Tú decides.

-No me dejas elección.

-Siempre tenemos elección. Es más, somos la suma de nuestras elecciones.” 

Guillaume Musso, “La llamada del ángel (2011)

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Cita de Sun Tzu

El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las trampas se mueven, aparentar inactividad.

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Los sábados por la tarde -Thomas Bernhard

Los sábados por la tarde los he sentido siempre como un tiempo muy peligroso para todos, la insatisfacción consigo mismo y con todas y cada una de las cosas, y la repentina conciencia de haber sido realmente explotado durante toda la vida y de carecer de sentido producían ese estado de espíritu, en el que la mayoría caía con aterradora profundidad. La mayoría de los hombres están acostumbrados a su trabajo y a alguna clase de trabajo u ocupación regular; si les falta, pierden instantáneamente su contenido y su conciencia y no son más que un morboso estado de desesperación. Al individuo le pasa lo que a la mayoría. Piensan que se regeneran, pero en verdad se trata de un vacío, en el que se vuelven medio locos. Por eso todos tienen las tardes de los sábados las ideas más demenciales, y todo termina siempre insatisfactoriamente. Empiezan a desplazar armarios y cómodas, mesas y sillones y sus propias camas, cepillan sus vestidos en los balcones, se limpian los zapatos como si se hubieran vuelto locos, las mujeres se suben al borde de las ventanas y los hombres se van al sótano y levantan torbellinos de polvo con escobas de ramas. Familias enteras creen que tienen que poner orden y se precipitan sobre el contenido de sus alojamientos y lo trastornan y se trastornan con ello. O se echan y se ocupan de sus dolencias, huyen y se refugian en sus enfermedades, que son enfermedades permanentes, de las que se acuerdan al terminar su trabajo el sábado por la tarde. Los médicos lo saben, los sábados por la tarde hay más visitas que en cualquier otro momento. Cuando el trabajo se interrumpe, irrumpen las enfermedades, llegan de pronto los dolores, el famoso dolor de cabeza de los sábados, las palpitaciones de las tardes de los sábados, los desmayos, los arrebatos de ira. Durante toda la semana las enfermedades son contenidas, mitigadas por el trabajo e incluso por una simple ocupación, el sábado por la tarde se hacen sentir y el hombre pierde en seguida su equilibrio. Y cuando el que ha dejado de trabajar al mediodía, cobra conciencia poco después de su auténtica situación, que en cualquier caso es siempre solo una situación sin esperanzas, sea él quien sea, sea lo que sea, esté donde esté, tiene que decirse que no es más que un hombre desgraciado, aunque pretenda lo contrario. Los pocos afortunados a los que el sábado no trastorna solo confirman la regla. En el fondo, el sábado es un día temido, mucho más temido aún que el domingo, porque el sábado sabe todo el mundo que queda el domingo aún, y el domingo es el día más horrible, pero después del domingo viene el lunes, que es un día laborable, y eso hace soportable el domingo. El sábado es terrible, el domingo horrible, el lunes es un alivio. Todo lo demás es una afirmación malévola y estúpida. El sábado se prepara la tormenta, el domingo descarga, el lunes vuelve la calma. El hombre no ama la libertad, todo lo demás es mentira, no sabe qué hacer con la libertad, apenas es libre, se dedica a abrir cómodas de vestidos y ropa blanca, a ordenar viejos papeles, busca fotografías, documentos, cartas, va al jardín y escarba la tierra o anda totalmente sin sentido ni objeto en cualquier dirección, sea la que fuere, y lo llama paseo. Y cuando hay niños, se los utiliza para el famoso matar el tiempo, y se los excita y azota y abofetea, para que produzcan ese caos que, en verdad, es la salvación. Y qué hay por otra parte más terrible que un paseo de sábado por la tarde, como visita a parientes o conocidos, en el que se satisface la curiosidad y se destruyen las relaciones con esos parientes o conocidos. Y si la gente lee, se tortura en verdad con una pena que se impone a sí misma, y nada es más ridículo que el deporte, esa coartada favorita entre todas para la absoluta falta de sentido. El fin de semana es el homicidio de todo individuo y la muerte de toda familia.

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Fragmento - Oryx y Crake

"En fin, tal vez no existían soluciones. La sociedad humana, aseguraban, era una especie de monstruo, y sus principales subproductos eran los cadáveres y los escombros. Nunca aprendía, siempre repetía los mismos errores estúpidos, siempre escogía los beneficios inmediatos a costa de un sufrimiento a largo plazo."

Margaret Atwood - Oryx y Crake (2003)

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Cuento - "Los zapatos del hombre afortunado"

Hace ya mucho, mucho tiempo… en un reino muy, muy lejano…

Había un rey cuyo poder y riqueza eran tan enormes como profunda era la tristeza que cada día le acompañaba.

Lo tenía todo y aun así no conseguía ser feliz, siempre sentía que le faltaba algo.

Un día, harto de tanto sufrimiento, anunció que entregaría la mitad de su reino a quien consiguiera devolverle la felicidad.

Tras el anuncio, todos los consejeros de la corte comenzaron a buscar una cura. Trajeron a los sabios más prestigiosos, a los magos más famosos, a los mejores curanderos… incluso buscaron a los más divertidos bufones, pero todo fue inútil, nadie sabía cómo hacer feliz a un rey que lo tenía todo.

Cuando, tras muchas semanas, ya todos se habían dado por vencidos, apareció por palacio un viejo sabio que aseguró tener la respuesta:

«Si hay en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Solo tenéis que encontrar a alguien que, en su día a día, se sienta satisfecho con lo que tiene, que muestre siempre una sonrisa sincera en su rostro, que no tenga envidia por las pertenencias de los demás… Y cuando lo halléis, pedidle sus zapatos y traedlos a palacio. Una vez aquí, su majestad deberá caminar un día entero con esos zapatos. Os aseguro que a la mañana siguiente se habrá curado».

El rey dio su aprobación y todos los consejeros comenzaron la búsqueda.

Pero algo que en un principio parecía fácil, resultó no serlo tanto, pues el hombre que era rico, estaba enfermo; el que tenía buena salud, era pobre; el que tenía dinero y a la vez estaba sano, se quejaba de su pareja, o de sus hijos, o del trabajo…

Finalmente se dieron cuenta de que a todos les faltaba algo para ser totalmente felices.

Tras muchos días de búsqueda, llegó un mensajero a palacio para anunciar que, por fin, habían encontrado a un hombre feliz.

Se trataba de un humilde campesino que vivía en una de las zonas más pobres y alejadas.

El rey, al conocer la noticia, mandó buscar los zapatos de aquel afortunado. Les dijo que a cambio le dieran cualquier cosa que pidiera.

Los mensajeros iniciaron un largo viaje y, tras varias semanas, se presentaron de nuevo ante el monarca.

—Bien, decidme, ¿lo habéis conseguido? ¿Habéis localizado al campesino?

—Majestad, tenemos una noticia buena y una mala. La buena es que hemos encontrado al hombre y en verdad que es feliz. Le estuvimos observando y vimos la ilusión en su mirada en cada momento del día. Hablamos con él y nos recibió con una amplia sonrisa y con la alegría reflejada en sus ojos…

—¿Y la mala? —preguntó el rey impaciente.

—Que no tenía zapatos.

Cuento recogido en “Cuentos para entender el mundo”, de Eloy Moreno

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Cita - Temores

Cita - Temores

"A cada día le bastan sus temores, y no hay por qué anticipar los de mañana".

Charles Péguy



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Cuento - "El río"

Cuento - "El río"

Había una vez dos monjes Zen que caminaban por el bosque de regreso al monasterio.

Cuando llegaron al río, una mujer lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven y atractiva.

–¿Qué te sucede? – le preguntó el más anciano.

–Mi madre se muere. Ella está sola en su casa, del otro lado del río y yo no puedo cruzar. Lo intenté – siguió la joven–, pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda… Pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora… ahora que aparecisteis vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar…

–Ojalá pudiéramos –se lamentó el más joven–. Pero la única manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto. Está prohibido… lo siento.

–Yo también lo siento –dijo la mujer y siguió llorando.

El monje más viejo se arrodilló, bajó la cabeza y dijo:

–Sube.

La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su atadito con ropa y montó a horcajadas sobre el monje.

Con bastante dificultad el monje cruzó el río, seguido por el otro más joven.

Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en actitud de besar las manos del anciano monje.

–Está bien, está bien –dijo el viejo retirando las manos–, sigue tu camino.

La mujer se inclinó en gratitud y humildad, tomó sus ropas y corrió por el camino al pueblo.

Los monjes, sin decir palabra, retomaron la marcha al monasterio…. Faltaban aún diez horas de caminata.

Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano:

–Maestro, vos sabéis mejor que yo de nuestro voto de abstinencia. No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella mujer todo el ancho del río.

–Yo la llevé a través del río, es cierto, pero, ¿qué pasa contigo que la cargas todavía sobre tu cabeza?

Idries Shah

Biografía



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El tesoro escondido

Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios maestros y ángeles para esconder un secreto.

Uno de ellos dijo: «Debemos esconder algo, pero, ¿qué les escondemos?».

Después de mucho pensar uno dijo: «¡Ya sé!, vamos a esconderles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar».

Propuso el primero: «Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo», a lo que inmediatamente repuso otro: «no, recuerda que tienen fuerza, y alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está».

Luego propuso otro: «Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar», y otro contestó: «No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará».

Uno más dijo: «Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra». Y le dijeron: «No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad».

El último de ellos era un ángel que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellos y entonces dijo: «Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren».

Todos quedaron asombrados y preguntaron al unísono: «¿Dónde?».

El ángel respondió: «La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán».

Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad fuera sin saber que la trae consigo.

Autor desconocido (al menos por el menda)

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Robespierre, Sieyés y el desprecio a la voluntad de los pocos

“La Constitución establece que la soberanía reside en el pueblo, en todos los individuos del pueblo. Cada individuo tiene, pues, el derecho de contribuir a la ley por la cual él está obligado, y a la administración de la cosa pública, que es suya. Si no, no es verdad que los hombres son iguales en derechos, que todo hombre es ciudadano

(Maximilian Robespierre, Discurso del 22 de octubre de 1789 en la Asamblea Constituyente)

Entiendo por privilegiado a toda persona que se sale del derecho común, sea porque pretende no hallarse sometido en todo a la ley común, sea porque pretende derechos exclusivos. Hemos probado suficientemente en otro lugar que todo privilegio resulta injusto por naturaleza, odioso y contrario al pacto social. En suma, una clase privilegiada es a la nación lo que las ventajas particulares son con respecto al ciudadano y, del mismo modo que éstas, no resulta en modo alguno. Nunca se recalcará esto suficientemente: una clase privilegiada es con respecto a la nación, lo que las ventajas particulares perjudiciales son con respecto al ciudadano, por lo que el deber del legislador será suprimirlas”

(Emmanuel J. Sieyés, El tercer estado y otros escritos de 1789).

Sí, las negritas son mías, para los despistados.

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La falsedad (Cicerón)

La falsedad (Cicerón)

Las vanas pretensiones caen al suelo como las flores. Lo falso no dura mucho.
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Tao del Jeet Kune Do

"No le temo al hombre que ha aprendido diez mil patadas. Le temo al hombre que ha practicado una patada diez mil veces".

"Tao del Jeet Kune Do", Bruce Lee.

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El engaño (Antonio Machado)

El engaño (Antonio Machado)

El hombre sólo es rico en hipocresía. En sus diez mil disfraces para engañar confía; y con la doble llave que guarda su mansión para la ajena hace ganzúa de ladrón.
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Proverbio árabe

"La palabra dentro de ti es tu esclava, fuera de ti, tu dueña."

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Cuento sufí - ¿Qué necesito?

Un maestro se desplazó, junto a un grupo de monjes, a una gran ciudad para participar en unas jornadas sobre la meditación y el desapego de lo material.

Habló sobre lo fácil que es vivir con poco, sin lujos, sin las necesidades impuestas por el consumismo desmedido. Contó que él apenas tenía muebles o ropas y era muy feliz.

Tras acabar las jornadas, el maestro y sus alumnos se fueron al aeropuerto para coger el avión de regreso. Como tenían dos horas libres decidieron entrar en un centro comercial, pues la mayoría de ellos nunca había estado en ninguno.

Pasearon por los pasillos observando todos los productos que les rodeaban, y cuando ha había transcurrido más de una hora decidieron que era momento de irse, pero no encontraban al maestro por ningún lado.

Finalmente lo descubrieron yendo por los pasillos, tocando la mayoría de objetos, examinándolos, interesándose por ellos… incluso llegó a preguntar a algún vendedor por el precio o utilidad de los mismos.

Asombrados por aquel comportamiento, ninguno se atrevió a decir nada y, lentamente, se dirigieron a la salida para esperarlo allí.

Cuando ya apenas faltaban unos minutos para embarcar, observaron que el maestro salía tranquilamente del centro comercial y se dirigía hacia ellos.

—Bien, hermanos, se ha hecho un poco tarde, creo que ya es hora de marchar hacia casa —les dijo.

Todos se quedaron en silencio. En realidad, ninguno de los alumnos se atrevía a decir nada, pero no entendían que justamente él hubiera caído en las redes del consumismo.

Finalmente, uno de ellos, el más joven, se atrevió a hablar.

—Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Claro, adelante.

—¿Cómo es que usted, que cultiva la austeridad, ha estado tanto tiempo observando todo lo que había allí dentro?

—Es que me he quedado maravillado de todas las cosas que existen y no necesito.

Cuento sufí

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Texto budista - "El problema"

“Cuenta la leyenda, que, en un monasterio budista ubicado en una ladera casi inaccesible de las frías y escarpadas montañas del Himalaya, un buen día uno de los monjes guardianes más ancianos falleció.

Le hicieron los rituales tibetanos propios para esas ocasiones, llenas de profundo respeto y misticismo.

Sin embargo, era preciso que algún otro monje asumiera las funciones del puesto vacante del guardián. Debía encontrarse el monje adecuado para llevarlas a cabo.

El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para determinar quién ocuparía el honroso puesto de guardián.

El Maestro, con mucha tranquilidad y calma, colocó una magnifica mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y encima de esta, colocó un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria belleza y dijo:

―He aquí el problema. Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio el primer monje que lo resuelva.

Todos quedaron asombrados mirando aquella escena: Un jarrón de gran valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro.

Los monjes se quedaron como petrificados en el más respetuoso silencio, hundidos en sus interrogantes internas…

¿Qué representaría ese bello jarrón con flores? ¿Qué hacer con él? ¿Cuál podría ser el enigma encerrado de tan delicada belleza? ¿Simbolizaría acaso las tentaciones del mundo? ¿Podría ser algo tan simple como que necesitara agua la flor?

Eran tantas preguntas…

En un momento determinado, uno de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro y a todos sus compañeros, se dirigió al centro de la sala y … ¡zas! Destruyó todo de un solo golpe.

Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo:

―Alguien se ha atrevido no solo a dar solución al problema, sino a eliminarlo. Honremos a nuestro Guardián del Monasterio."

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Fragmento - Buscando a Alaska

“Las personas fueron creadas para ser amadas. Las cosas fueron creadas para ser usadas.

La razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas.”

John Green, “Buscando a Alaska” (2005)

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Cuento sufí - "El halcón que no volaba"

Un rey había comprado cinco de los mejores halcones de todo el país. El vendedor le había prometido que eran capaces de hacer increíbles piruetas en el aire, e incluso de llevar mensajes de una ciudad a otra.

Desde el primer día las aves comenzaron a dar muestras de su capacidad de vuelo: cada vez volaban más alto, más rápido y de una forma más precisa, haciendo caso en todo momento a sus entrenadores. 

Pero había un halcón que se negaba a volar, permanecía parado en la misma rama desde el primer día, no había forma de moverlo.

-¡No lo entiendo! -se lamentaba el rey-. Le damos la misma comida que a los demás, le ofrecemos el mismo trato, los mismos cuidados... y en cambio se niega a volar, ya no sé qué hacer.

Transcurridas ya varias semanas desde la llegada de los halcones, el rey anunció que ofrecería una recompensa a quien consiguiera hacer volar al animal.

Prácticamente todos los habitantes del reino lo intentaron de una forma u otra: le animaron con las mejores canciones, le recitaron poesía, le ofrecieron los más exquisitos manjares... pero todo era inútil, nada parecía funcionar.

Uno de esos días en los que el rey permanecía junto al halcón animándole para que volara, una anciana pasó por allí y, al ver la situación, negó con la cabeza.

-Majestad, ha llegado a mis oídos el problema que tenéis con este halcón, pero así nunca lograréis que el animal vuele.

El rey se mostró curioso ante aquella mujer.

-¿Y qué deberíamos hacer entonces?

-Quizá no hayáis comprendido que lo que le sucede a ese halcón es lo que le ocurre a la mayoría de las personas... -contestó la anciana.

-¿A la mayoría de las personas? No entiendo lo que quiere decir -respondió confuso el rey-. Pero si tanto sabe usted, dígame cómo conseguir que vuele.

-Está bien, primero tengo que hacer unas compras en el mercado, pero a la vuelta ese halcón volará.

Y mientras la anciana se alejaba hacia el mercado, el rey se quedó pensando que quizás aquella mujer simplemente le estaba tomando el pelo.

Pero a las dos horas, cuando el rey estaba contemplando desde su torre el vuelo de las otras aves, observó incrédulo que el halcón que nunca se había movido estaba también en el aire.

Miró hacia abajo, hacia el árbol donde el animal había permanecido tanto tiempo y vio a la anciana sonriendo. Bajó corriendo las escaleras para encontrarse con ella.

-¡Lo ha conseguido, lo ha conseguido! -gritó- ¡Lo ha conseguido! Pero... dígame, ¿cómo lo ha hecho?

-En realidad no ha sido difícil, simplemente le he cortado la rama que lo sostenía.

Cuento sufí

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Fragmento - La inmortalidad

"Imagínate que vivieras en un mundo en el que no hay espejos.

Soñarías con tu rostro y te lo imaginarías como reflejo exterior de lo que hay dentro de ti. Y después, cuando tuvieras cuarenta años, alguien te pondría por primera vez en la vida un espejo delante.

¡Imagínate el susto! Verías un rostro completamente extraño. Y sabrías con claridad lo que no eres capaz de comprender: tu rostro no eres tú."

Milan kundera, "La inmortalidad" (1990)

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‘Levantémonos’, clamó Jim Larkin

‘Los grandes no son grandes.

¡Es que estamos de rodillas!

Levantémonos’.

  • Les grands ne sont grands que parce que nous sommes à genoux: Levons-nous.
  • Ní uasal aon uasal ach sinne bheith íseal: Éirímis.
  • The great appear great because we are on our knees. Let us rise.

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Cita de Julio Cortázar

"Yo ya era así antes de que tú llegaras, caminaba por las mismas calles y comía las mismas cosas. Incluso antes de que llegaras yo ya vivía enamorado de ti, y a veces, no pocas, te extrañaba como si supiera que me hacías falta". 

Julio Cortázar

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Cita - José Saramago ( o Sara Mago según quién) - Imagenes

“El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad”.



José Saramago

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