Publicado hace 9 años por Spain_is_different a revistabalcanes.com

El 3 de diciembre de 1988, apenas un año antes de la debacle de Ceaușescu, Adrian Porumboiu, un árbitro de 38 años, saltaba tres veces al terreno de juego del Stadionul Dinamo de Bucarest, minutos antes de que los dos equipos con más renombre del país, el Dinamo y el Steaua se batieran en una nueva cita del clásico del fútbol rumano. Las gradas estaban repletas de ateridos pero fieles seguidores de las dos escuadras, apelotonados, con sus paraguas, resistiendo la increíble nevada que, desde hacía varias horas, azotaba la capital.

Comentarios

conversador

Parece mentira que pueda jugarse al fútbol en un campo así

BlogCreatina

Debería realizarse un aplazamiento, no creo que sea de mucho disfrute ver un partido en esas circunstancias, y menos jugarlo...