El teatro está a la orden del día en el fútbol español. El problema es que no existen sanciones a posteriori que amedrenten a los jugadores a la hora de simular faltas o agresiones. Como máximo, alguna tarjeta amarilla si el colegiado no pica. Poca cosa. Y desde luego, parece que compensa hacerlo ante tan poco castigo, porque el premio de dejar a tu rival con un menos es muy sabroso.
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El otro día, Gurpegui presentó sus credenciales para hacerse acreedor de un contrato con el F.C. Barcelona.