Se encontraban una serie de muchachos jóvenes, y otros no tan jóvenes, encerrados y encadenados en una caverna desde su nacimiento, sin poder salir de ella jamás. El único contacto que tenían con el exterior era la proyección de unas sombras en una de las paredes al fondo de la caverna.
Detrás de ellos existía un muro que les impedía salir de aquel lugar, y tras el muro una hoguera que siempre se mantenía encendida. Por detrás del muro y delante de la hoguera circulaban medios de comunicación, políticos, lobbies de presión, grandes multinacionales, y hasta la presidenta de la comunidad autónoma en la que se ubicaba la caverna, portando objetos cuya sombra se veía en la pared del fondo debido a la luz de la hoguera.
Cubalitros y botellas, mascarillas por debajo de la nariz, coches deportivos, toreros y futbolistas, la última colección de bragas de Paquita's Secret, y otros artículos de moda eran proyectados para los cautivos, y aquella era la realidad que percibían, sin tener ninguna noticia de lo que realmente ocurría en el exterior.
Un buen día, uno de los cautivos consiguió escapar y salir de la caverna. Cuando sus ojos pudieron adaptarse a la luz del sol pudo ver que en el exterior de la cueva existían otras cosas que hasta aquel momento le habían sido desconocidas. La filosofía, el deporte, la ética, la justicia, el reparto equitativo de la riqueza y del trabajo… Conceptos que no conocía y que jamás había sospechado que existiesen y por los que se sintió interesado y atraído.
Por ello, volvió a la cueva sin ser visto, porque pensó que debía liberar a sus compañeros de la cautividad, y contarles todas aquellas cosas que había descubierto, ya que pensó que vivir dentro de aquella caverna no era una verdadera vida, y que con ello les ayudaría. Pero grande fue su sorpresa cuando, tras entrar y contar a sus antiguos compañeros todo aquello que había visto con sus propios ojos, fue tachado de comunista. Al sentir que la realidad que siempre habían percibido y en la que creían estaba siendo violada por el relato del fugitivo se enfadaron mucho con él, y quisieron matarlo.
Eso es lo que más les jodió… que la fe ciega que profesaban fuese puesta en entredicho.
Comentarios
"Es más fácil engañar a alguien que hacerle ver que ha sido engañado", dice un dicho popular.
El pensamiento crítico escasea en este país. Esa es la clave.
Un pueblo bien instruido, que haya sido formado y educado desde la primaria y secundaria a razonar frente a hechos y problemas, difícilmente aguanta 5 minutos sin que descubra a un manipulador mediático aunque sea muy sutil.
Desgraciadamente, nuestra enseñanza ha potenciado, desde hace décadas antes de que se instaurase la actual democracia, un modelo de calificación en el que el alumno que no da problemas, que es obediente y que no se plantea sobrepasar los límites de las convenciones del corsé académico sino demostrar el gran conocimiento que pueda tener del currículum que le exigen sin cuestionarlo, tiene muchas más posibilidades de éxito del que es un elemento disruptivo por poner en entredicho constantemente el funcionamiento del mismo.
Creo, y no sólo lo creo yo sino los que viven del periodismo, que es mucho más lesivo, mucho más peligroso y mucho más abominable para una democracia, el mensaje de aquellos que, escudados tras unas excelentes dotes de manipulación y un discurso poco altisonante y bien ornamentado, se camuflan de veraces y se disfrazan de equidistantes. Y hay que reconocer que algunos comunicadores de radio y televisión son auténticos maestros de la falsa equidistancia.
Cuando hace mucho tiempo que te has tomado la pastilla roja desarrollas un instinto especial para detectar a esos falsos equidistantes. Ahora, algunos argumentarán que nadie está en el término medio y que lo que a mí me pueda parecer falsa neutralidad en realidad es un problema de mi sesgo, pero como soy de ciencias y me gusta cuantificar, más de una vez he estado analizando un vídeo o escuchando un podcast radiofónico de un intervención o de un monólogo cronómetro en mano.
No falla, los números no mienten. Es la alarma para detectar inmediatamente a los falsos equidistantes.
No puedes atribuirte neutralidad cuando de 11 minutos de tiempo en el monólogo sobre un tema como pueda ser el 15 M resulta que dedicas 1,5 minutos para describir los buenos deseos aspiracionales de ese movimiento y los 4,5 minutos siguientes los dedicas para decir que estamos prácticamente igual y lo salpimentas con cierta sorna y cinismo impostado para ridiculizar a aquellos pardillos que osaron creer en ese movimiento. Es un discurso fácil de vender cuando empiezas a explicar que la banca sigue siendo privada, que no se ha cambiado la ley electoral y que la monarquía sigue vigente.
La única manera de luchar contra esa caverna a la que alude el artículo es que no sea uno sólo el que sale y les cuente lo que hay fuera. Hace falta arrastrarlos afuera y, si esto no fuera posible, que una buena cantidad de personas de fuera, genuinos del exterior de la caverna, entren en ella y les cuenten a los refractarios anti verdad, con todas las pruebas que sean posibles, lo que hay verdaderamente en el mundo externo.
Hay una sencilla prueba de algodón para saber si los intereses de los medios que elegimos son o no unos meros altavoces del poder disfrazados de falsa neutralidad. Observa la propaganda y huye como de la peste bubónica de todos aquellos medios en los que aparecen anuncios de bancos, constructoras, inmobiliarias o energéticas. Si no aparecen por ningún lado tal vez ese medio pueda tener ciertas posibilidades para contar verdades muy incómodas sobre las miserias del sistema.
En que momento dejamos de conscienciar....
El mal ¿existe? a debate...