"La monja me dijo que no viera a mi hija porque estaba desmembrada". Ésta fue la explicación que Candelaria, recibió desde la cama del antiguo Hospital de la Merced cuando le comunicaron que su hija, nacida el 23 de febrero de 1974, había fallecido poco después de dar a luz. En aquel momento no era consciente de que quizá esa niña, que pesó más de cuatro kilos, nunca murió y se convirtió en lo que hoy se conoce como un bebé robado. Ella forma parte de las más de 30 familias onubenses que han cedido muestras de su ADN para buscar a esos niños.
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