Posiblemente ha salido recientemente de la escuela de arquitectura. Estará, por tanto, acostumbrado a las noches sin dormir, los modelos hechos con cartón pluma y las duchas necesarias para evitar una catástrofe biológica y ni una más. Por eso, ahora que ha abandonado ese universo endogámico, le extrañará ver cómo en la calle le miran como un bicho raro. Esta es nuestra pequeña contribución a la normalización entre el colectivo de arquitectos y la ciudadanía de a pie.
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