Lo que parece no ocurrírsele a McCartney, ni a los eurodiputados, es que sus ancianos músicos o sus one-hit-wonders tienen la alternativa de trabajar el resto de sus vidas. Si tienen una carrera de 40 años tocando y grabando discos, las ventas de esos discos deberían servirles para pagar la hipoteca y el pan de sus hijos. Si dejan la música y se dedican a cultivar anacardos, serán los frutos secos los que paguen sus gastos.
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