El programador Paco Menéndez, y Juan Delcán, estudiante de arquitectura entonces, tardaron un año en sacar adelante el juego. La adaptación de El Nombre de la Rosa, título que no pudo adoptar debido a la negativa de Umberto Eco -que no veía nada claro aquello del videojuego a finales de los ochenta- es la historia, también, de dos amigos de infancia que crearon uno de los juegos más importantes de nuestro catálogo, por el que casi no vieron ni un duro y que supuso su última aportación en el terreno del ocio electrónico.
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