La Historia, el destino o, simplemente, el azar, convierten a unos hombres en leyenda y a otros los esconde en el olvido. La epopeya de Abebe Bikila se debió, en parte, a la generosidad de Wami Biratu, otro etíope de igual o mayor talento que El dios de los pies descalzos. En los Juegos Olímpicos de Roma (1960), Abebe consiguió colgarse su primer oro, en maratón. “¿Cuántas carreras has ganado antes que ésta?”, le preguntaron. “Sólo una. En Etiopía hay un corredor que siempre me gana: Wami Biratu“.
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