Cuando se produce un deceso, inmediatamente se activa el proceso de duelo, que no es otra cosa que un camino que culmina en la adaptación a la pérdida. Pero quienes tienen familiares desaparecidos se encuentran en un proceso que no tiene fin y que solo culminaría si se produce el reencuentro o, en el peor de los casos, la aparición de un cadáver.
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