Las iglesias que están vacías por falta de fieles, que no tienen valor artístico y cuesta mucho mantener, pueden ser demolidas o vendidas, aunque hay que tener cuidado al hacer la transacción, para que no acaben como una en Hungría que fue convertida en un club nocturno de destape. Así lo manifestó ayer el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, al presentar el balance del vigésimo aniversario de la creación de Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia.
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