En mayo de 1902, en la isla de Martinica, en el Caribe, había dos hechos importantes en marcha: unas elecciones y la actividad del volcán Monte Pelée. Este último estaba expulsando a la atmósfera ya gran cantidad de humo y cenizas, lo que era preocupante pero estaba en un segundo plano para Louis Mouttet, gobernador de la isla. Este hombre tenía en la primera posición de su lista de preocupaciones las elecciones que estaban a punto de celebrarse. De hecho, pensaba que el volcán podría ser un elemento clave a la hora de cumplir sus objetivos.
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