En la Gran Bretaña victoriana, ciertas zonas de África se conocían como "tumbas del hombre blanco", por el número de misioneros que sucumbía a la malaria y otras enfermedades. Pero cuando era Livingstone quien encabezaba las expediciones, la tasa de muerte era mucho menor. La diferencia la hacía el hecho de que el pionero había descifrado cuánta quinina hacía falta para tratar la malaria: mucha.
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