Finales de los 90. Bar del centro de Madrid. Viste chaqueta Belstaff, pantalones de corte italiano, zapatos de punta cuadrada y un reloj de miles de euros. Pide una caña. Saca un cigarro y lo enciende con un mechero de oro. Tras él llegan dos chavales. Se sientan en una mesa y piden otras dos cañas. El fornido cuarentón se bebe la suya de un trago. Llama de nuevo al camarero. "Cóbrese de aquí y dígale a aquellos dos señores que están invitados". Los dos señores se quedaron helados. Los dos señores eran guardias civiles de paisano.
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