ETA debe pedir perdón por el dolor causado. Así lo creo. Pero no sólo es ETA quien debe hacerlo. Otras muchas víctimas hemos sido ignoradas.La bolsa, los electrodos, las flexiones, los tirones de pelo, el perro que soltaron, nada de eso deja huellas físicas. Tampoco el viaje, desde Donostia a Madrid, esposada, con el culo apoyado encima de una chapa metálica, en la parte trasera de un Land Rover sin asiento y sin respaldo. Ni las amenazas que me obligaban a escuchar sin permiso para levantar la cabeza.
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