La ley contra la blasfemia en Irlanda, que ha entrado en vigor en el inicio de este año, es una gran noticia para los partidarios del laicismo. Su contenido es tan confusionario que hace virtualmente imposible que se aplique alguna vez, pero la publicidad de la ley ha provocado la unión de los ateos irlandeses para criticar este atropello a la libertad. Lo más interesante es que la polémica con la ley ha precipitado que las contradicciones del armonismo religioso revienten desde dentro.
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