Diego Pablo Simeone mira directamente a los ojos cuando habla. Es rápido de pensamientos y se enroca cuando la conversación no le conviene, aunque soltarla, la suelta. Ha convertido al Atlético de Madrid, un equipo que estaba medio grogui cuando él aterrizó, en un rival temible, y está luchando por la liga y la Champions en su tercera temporada en el banquillo rojiblanco con un presupuesto muy inferior al de sus contendientes. El «cholismo» es una religión, pregunten a un feligrés si tienen a alguno cerca.
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