La semilla de rebelión plantada hace algunas semanas en la aridez de la hamada próxima a El Aaiún ha germinado y se ha fortalecido gracias al orgullo y el pundonor con el que la han abonado cada día los más de 20.000 saharauis que hoy habitan las miles de jaimas que forman ese Campamento de la dignidad hacia el que se dirigen las miradas de admiración del mundo
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