Un estudio de la Universidad de Padua sobre emotividad familiar ha concluido que muchos de los besos y arrumacos que se realizan en el entorno doméstico entre parientes y allegados podrían evitarse porque “su relevancia es nula y su constante repetición genera asco y cansancio en algunos casos”, en palabras del psicólogo Giacomo Rovi, encargado de la investigación. “Tocar al otro no es sólo comunicar afecto. Es también un modo de decirle que nos pertenece y que, por eso, tiene que asumir que lo abracemos y lo besemos cuando nos dé la gana” .
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