Los alumnos españoles tienen el derecho a una formación científica y humanista que integre los valores comunes democráticos en un sistema educativo útil y perenne, al margen de nacionalismos y de contingencias partidistas, con el mérito de ser definitivo cultural e intelectualmente por muchas generaciones. Cualquier otro resultado supondrá una derrota donde los más perjudicados serán los jóvenes alumnos, cercenando su criterio e impidiéndoles aprender a amar la belleza de la verdadera libertad: la virtud que nace de la sabiduría.
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