Si la crisis, según David Harvey, es un golpe de Estado que distribuye la riqueza hacia arriba se debe a la abierta complicidad de los que aspiran a montarse en el ascensor político. Gracias a ella, el poder financiero, que ha sido y es rescatado con el dinero de todos, vuelve a marcar el ritmo de la política económica a la vez que crece el goteo de la integración en la alta sociedad de los que mimetizan políticamente los intereses oligárquicos.
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