Llevo unos días con la mosca detrás de la oreja con las diferentes estimaciones de los costes para las arcas públicas de la visita de la Jornada Mundial de la Juventud. La sospecha por defecto sería que, como es habitual, tanto los críticos como los favorables mienten, y los periodistas no hacen su trabajo para desbrozar la paja del trigo. Lamentablemente, no tengo tiempo para entretenerme con ello, pero lo poco que he indagado me hace pensar que la hipótesis de partida tiene mucha pinta de ser cierta.
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