Tras el episodio del fallido intento de aprobación in extremis de la ley Sinde, el gremio de estranguladores de la cultura incrementa su presión, recurriendo con incansable reiteración a los mismos argumentos falsos de siempre. La demencial portada de La Razón, el medio propiedad de un editor que ha pedido abiertamente que se persiga a sus clientes, no es más que una evidencia más de hasta qué punto se pueden perder los papeles.
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