Como colonias de pingüinos sobre icebergs, vivimos cada día en menos espacio, en contacto permanente y generando un ruido ensordecedor. Gracias a las nuevas tecnologías, nos comunicamos con más frecuencia que nunca, en tiempo real y sin apenas limitaciones de tiempo, distancia o coste. Puede que nuestra comunicación sea más emocional, más superficial e impulsiva que antes, pero a cambio es más democrática.
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