Esta sucesión de ídolos caídos de los 60 bien podría ser la de Gabriel Albiac (Utiel, 1950), filósofo desencantado —lo que él llamaría un pleonasmo— que sobrevive en la cárcel de papel de su pequeña buhardilla cerca del centro de Madrid. La biblioteca, ordenada y sumamente variada —mezcla antologías de Joseph De Maistre con el diario de Barry Miles de los Beatles—, sorprende por su dedicación y especialmente por una estampa de Antonio Gramsci en su veintena con una confiada mirada juvenil.
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