Cristina y Emilio casi nunca van a lugares públicos con su hijo Daniel, de cinco años, porque su hiperactividad suele provocar irritación en la gente, que con frecuencia “le juzgan como maleducado o consentido” e incluso, con la mirada, indican a los padres que su trabajo está mal hecho. Lo que le ocurre a Daniel es que sufre una grave enfermedad hereditaria.
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