En cualquier país occidental, los niños aprenden en la escuela a honrar la memoria de sus grandes científicos. En todos ellos, la ciencia y los investigadores son símbolo de poderío intelectual y motivo de orgullo nacional. España, madre terrible, tiene ya que abandonar (de una vez por todas) esa vergonzosa “tradición” secular del desprecio hacia sus científicos. Este país necesita un cambio en su modelo de desarrollo y la ciencia y la tecnología deberían ser la base sobre la que cimentar un nuevo futuro.
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