El 23 de julio de 1.969, cuando la misión Apolo XI regresaba con éxito a la tierra, Charles Force, el director de la estación de seguimiento de la NASA en Guam descubrió que la antena direccional que debía mantener las comunicaciones con los astronautas tenía una pieza rota y no funcionaba, repararlo implicaba desmontar la antena, no había tiempo, la única solución era mantener la pieza engrasada mientras cumplían la misión, pero el espacio para hacerlo era muy pequeño, del tamaño de un niño, del tamaño de su hijo Greg. Greg cumplió su misión.
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