Todos reconocen “fuertes discrepancias”, pero, en realidad, lo que se ha abierto dentro del seno de Covite, el colectivo de víctimas del terrorismo del País Vasco —con unos 400 socios censados y un centenar que suelen acudir a las asambleas—, es más bien una guerra abierta. Hay dos sectores dentro de la junta directiva que no se dirigen la palabra salvo para lanzarse acusaciones
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